lunes, 18 de mayo de 2015

Perdón y lolololololo

Quiero pedir perdón. Perdón por decir que un jugador trotó contra el Rayo B; perdón a otro por enzarzarse con un compañero en el campo y por no celebrar los valiosos goles que mete a favor del Dépor últimamente. Hay que pedir perdón por ser crítico con estas cosas porque lo que toca es alegrarse sin más, disfrutar el momento de alcanzar el play off sin pararse a analizar que obedece más al demérito ajeno que al mérito nuestro.

Después de muchos meses de abandono del blog (reflejo exacto de la poca pasión que me levanta el Dépor deshilachado, triste y gris de esta temporada) decido escribir hastiado de la planicie intelectual que abunda en esta España nuestra. Si criticas eres un hater; si pones la lupa en algo distinto a la masa eres un raro; si estás departiendo con unos cuantos conocidos por el Twitter sobre tus legítimas impresiones, aterrizan los interesados y los grupies cazadores de autógrafos para ponerte en tu sitio por andar tirando algún petardo el día de la boda. Es que al hacerlo bajo el anonimato tu opinión no merece respeto, como si llamándote Nicasio Sánchez o Ataúlfo Fernández ya te diera toda la respetabilidad del mundo, aunque dijeses exactamente lo mismo.

¿Cómo cojones se te ocurre criticar la actitud de un tío al que pagas con tu abono? Es, desde luego, una locura. Locura de hater, la paranoia de un tarado que “debería” andar de juerga por los bares celebrando el play off, porque lo manda la tradición, porque es lo que hace todo el mundo. De todos es sabido que jugar un play off es lo más. No hay nada que lo iguale, ni siquiera la dignidad de practicar un fútbol agradable. Da lo mismo que lo hayas conseguido a rastras, empatando los dos últimos partidos con la oreja en el transistor, quedándote en pie en medio de la competición porque todos los demás se han tumbado. Es obligatorio salir con el coche a pitar, meterse en la fuente de Bejanque con la camiseta morada. Y mucho lololololo. Hasta la afonía.

Quiero pedir perdón por opinar que el Dépor tiene un entrenador flojo, sin autoridad, sin personalidad, zigzagueante y sin estilo. Puede que muy simpático con la prensa y la afición, no lo dudo. Pero un entrenador que deja que dos jugadores lleguen casi a las manos en medio del partido crucial y haga por disciplinarlos entre poco, nada y nada de nada. Que si los chavales quieren calentarse la cara delante de 500 niños de las escuelas del club qué le vamos a hacer. Vale más no remover y empatar para asegurar la eliminatoria, que es lo que cuenta. Así es este deporte, amigos.

También quiero pedir perdón si me suda los huevos que a los jugadores les deban un mes o cuatro. Más que nada porque yo no pago el abono por meses ni a 120 días con talón sin fondos. Lo pago entero en junio del año anterior, poniendo unos billetes encima de otros en la oficina. Unos billetes que distraigo de otras cosas que necesito para pagar un tiempo que robo a la gente que quiero. Así ha venido siendo durante muchos años, al menos hasta que me estallen las pelotas de aguantar niñerías, cosa que calculo será pronto porque cada vez estoy más convencido de que el fútbol no tiene arreglo con tanta bobada mercenaria y falsa como lo envuelve. Perdón si creo que los jugadores me deben ese respeto como aficionado; perdón si creo que cuando se rascan el badajo me ofenden a mí y no al que les debe el dinero; perdón si opino que cuando no celebran un gol ofenden a un escudo que tiene 68 años y no a una gerencia que lleva mucho menos.

Desde el rebaño quiero decir que lolololololo. Que da lo mismo que habiendo sumado dos míseros puntos en las dos últimas jornadas hayamos ganado dos puestos en la clasificación porque los adversarios iban cayendo como manzanas maduras. Mejor no haberlo visto, mejor no decirlo por ahí. No vaya a ser que seas hater, aguafiestas, cenizo y un animal sin entrañas que no se alegra por nada, un infeliz. Si un jugador no corre, será por el calor, como si los otros hubieran estado jugando por Skype desde Siberia en enero. ¿Que no acompaña las jugadas de ataque? Será porque llega cansado a estas alturas de la temporada. ¿Que no celebra los goles? Será por una promesa a la memoria de don Santiago Bernabeu o por un parentesco con doña Teresa Rivero.

Sí, amigos. Hay que estar alegre y no reparar en esos saltones detalles de descomposición atómica del vestuario. Hay que aplaudir a jugadores que no se acercan a celebrar el play off con la grada porque somos tan cabrones que no pagamos el abono hace un año, cuando debimos haberlo hecho. Hay que felicitarlos por vestirse de corto porque el Dépor es el único club que debe dinero. Hay otros que pagan dos temporadas por adelantado, te arropan por la noche en la cama y te dan un besito mientras te colocan tu coronita de peluches favoritos en la almohada. El Dépor es una ínsula miserable en un mar de abundancia. De la Segunda B hacia abajo es todo grifería de oro y alicatado de platino con incrustaciones de diamantes.

Es muy fácil hablar desde el anonimato, ver los toros desde la barrera. Cierto. La afición somos una piara de señoritos que dedicamos el día a sestear en Puerto Banús mientras contamos nuestros yates con desgana. Nosotros no tenemos problemas, más bien nos los buscamos. Nos ponemos bajo la lluvia, las heladas o el solazo de ayer por vicio. También debemos callarnos cuando entra por un euro todo cristo a ver los peliculones cuando nosotros estamos pagando alrededor de 5 y nos tragamos toda la producción de serie B en el invierno, cuando el equipo no se juega más que tres puntos por partido que suman exactamente igual en la jornada 14 que en la 38. Por eso nos merecemos peleas en el césped, malos rollos, futbolistas que dedican los goles que meten a sus primas de Santander y hasta duelos a navaja si se tercia, que eso sí que da espectáculo. También nos merecemos que nos repliquen en el Twitter y que nos pidan el DNI para saber si nuestros palos tienen pedigrí o somos simples chuchos callejeros.

En fin, que lo siento. Que lololololo. Que todo de cojones, de verdad. Muy normal. A ver si perdiendo los dos próximos partidos vuelve a haber suerte y el rival desaparece en el triángulo de las Bermudas para que podamos pasar de ronda y el siguiente rival se retira y al último lo esquilma una epidemia de rubeola.

Perdón por pensar que hemos entrado de rebote y con la brillantez del carbón. Por creer que nosotros no tenemos la culpa de los errores en la gestión del club (ni tampoco el mérito de los aciertos). Por pensar que nuestros ánimos merecen “algo más”, alguna limosna afectiva de estos cracks internacionales que rechazaron ofertas millonarias y con anticipo en dólares del CSKA de Moscú para honrarnos con sus habilidades en el Escartín.