lunes, 10 de noviembre de 2014

Alguien tenía que decirlo: Salvachúa, vete

Es invisible y lo estáis viendo igual que yo
Llevaba ya uno o dos días dándole vueltas al tema (concretamente desde que empezó la temporada), pero como tampoco quería parecer oportunista he esperado al momento justo para decirlo, al momento en el que hemos alcanzado ese liderato tan etéreo y falso como un Lacoste de los chinos. Qué mejor que realizar la petición ahora, que todavía estamos a tiempo de enderezar las cosas.

Sí, amigos. En un mundo repleto de falsos líderes, de hombres y mujeres de yesca seca que ocupan el lugar que ocupan por azares del destino y la triste comparación de sus exiguas capacidades con las de los cadáveres que les rodean, nuestro Deportivo Guadalajara no iba a ser la excepción que confirmase la regla. Estamos ahí más por demérito de nuestros rivales que por acierto nuestro en un grupo que parece lo suficientemente igualado como para no fiar nuestra suerte a la inspiración de una jugada que nos dé una victoria cada mes y medio y acabar otra vez en mayo con la zanahoria a media cuarta de la boca como el año pasado, mendigando play off.

Este Dépor de Salvachúa, que no ha merecido realmente la pena salvo en algunos breves fragmentos de los primeros partidos: Las Palmas, Conquense, Tudelano y Sestao River, al margen de que en los tres evidenciase terroríficos agujeros defensivos, no sólo es el líder de Segunda B con menos puntos empatado con el Español B (21) frente a los 26 del UCAM y los 28 del Murcia en los grupos IV y I, sino que en el cruce copero contra el Lleida (2º con los mismos puntos que el Dépor en ese grupo III encabezado por el filial perico) nos pintó la cara color arcoiris.

Más allá de los números y de los continuos pinchazos de los rivales directos en las últimas jornadas, frecuentemente por partidos directos entre ellos, el problema del Dépor es que vive en el campo muy por debajo de sus aparentes posibilidades reales. Quizá nos equivoquemos muchos pero da toda la impresión de que hay bastante más plantilla de la que dictan los resultados y, lo que es peor aún, que hay jugadores para desarrollar un fútbol más agradable, compacto y eficaz. Al menos lo suficiente como para no estar contra las cuerdas en amplias fases de los dos últimos partidos después de adelantarse en ambos en el marcador y recolectando los seis puntos con marcadores tan amplios y falsos como nuestro liderato provisional.

Esos seis puntos nos han permitido mirar la tabla desde arriba en lugar de estar peleando con el Socuéllamos, el Atleti B, el Real Unión y el Tudelano por el puesto de promoción a Tercera con 15 puntos, aunque todos sabemos que un simple golpe de viento desfavorable en ambos partidos habría bastado para perderlos. Los dos.

Pero reitero que el peligro no procede de ocupar una u otra plaza en la jornada 12, cuando sólo siete puntos separan al primero del descenso. El peligro viene de volvernos a creer que podemos competir con estos mimbres secos cuando el grupo se empiece a depurar a partir de diciembre o enero. Contra el Valderas (último con una sola victoria por 1-0 contra el Socuéllamos) pasamos verdaderos aprietos desde el minuto 15 de la primera parte hasta el ingreso de Rida en el minuto 65. La lesión del delantero rival Joaquín vino a echarnos también un cable. Ojo porque hablamos del último equipo de la tabla cinco puntos por detrás del penúltimo, un Conquense que también pudo habernos roto todas las vértebras en La Fuensanta antes del descanso.

El problema más que evidente de Salvachúa es que carece de personalidad como entrenador, algo que transmite al equipo mediante innumerables pruebas y/o castigos. Cambios, recambios, onces distintos, permutas en los puestos, posición de los laterales, frecuentes idas y venidas del centro del campo y la línea de tres cuartos... que no siempre han estado condicionados por lesiones o sanciones, algo que resulta natural en una competición larga.

Las rotaciones de hombres y puestos han sido constantes hasta el punto de que ni siquiera ha consolidado a un portero. Salvachúa da siempre la impresión de que juega condicionado por el rival, sea éste el Bayern de Münich o el Torpedo 66 de Cebolla. Jamás reitera un planteamiento que por ejemplo contra el Tudelano pareció estar muy próximo a la tecla afinada en la nota exacta, después de corregir unos metros la posición de los dos centrocampistas de ataque o falsos delanteros que solían custodiar a Toledo a fin de taponar el excesivo caudal ofensivo desplegado por ambas bandas en la visita a Cuenca, una fuente de continuos descosidos defensivos que es innecesaria a no ser que el marcador te obligue.

Fue tener un contratiempo (Derrota en Irún) y Salvachúa volvió a ser el mismo mar de dudas al que nos tiene acostumbrados, empezando con aquel absurdo viaje de Mato al pivote defensivo que ha ido repitiendo de manera intermitente vaya usted a saber por qué razones estando o no Yebra disponible para jugar. Peor arreglo tiene su fijación otorgándole la titularidad a Pérez, un jugador joven, inexperto y exasperantemente lento cuya única virtud aparente consiste en rebañar algún que otro balón en la frontal y lanzarlo a puerta, habilidad que apenas ha tenido ocasión de mostrar esta temporada en liga (recuerdo un disparo flojo y colocado en Fuenlabrada y poco más) como lo hizo la anterior en la copilla Federación.

Arroyo, Mato, Molinero, Rida, Manzano, Gómez, Moyano, Lechuga, Ulbrich... la lista de jugadores que o bien no saben si jugarán el domingo o en qué posición lo harán es cada semana más extensa tras la inclusión de Lacruz en el lote una vez repuesto de su lesión inicial. Da la impresión de que para Salvachúa es un problema disponer de muchos jugadores, más que una ventaja. Como si no supiera qué hacer con ellos.

Otro notable rasgo de nuestro entrenador es su enorme rigidez a la hora de corregir un partido que se va torciendo, como si el rival tuviese que jugar noblemente a dejarse matar. Los dos últimos partidos son buen ejemplo de ello, con pequeñas correcciones tácticas del preparador contrario anulándonos y condenándonos al eterno boleón desde atrás, magnificado ahora por la recia pata cañonera de Ulbrich, sin buscar incorporaciones de los laterales mediante paredes u otros recursos algo más complejos de incursión entre líneas que la perpetua búsqueda de la cabeza prolongadora de Toledo por el carril central y lo que surja.

Esta falta de reflejos convierte al Dépor en un equipo con un decente plan A pero plano en la conversión del modelo. Contra el Valderas, Mato y Yebra pudieron pensar y actuar durante un cuarto de hora, lo que se tradujo en una media docena de llegadas de amplia gama. Pasado ese tiempo el rival apelotonó a sus mediocampistas en el redondel y se acabó el Dépor. Tuvo que salir Rida ¡50 minutos después y con el partido empatado! para empezar a sobar la bola alternando ambos lados del campo y destramar esa arpillera pegajosa en la que estuvo empantanado el pobre Mato hasta entonces desde que le pusieron encima a la colección de guardaespaldas. De Pérez sólo hubo noticias cuando anunciaron el cambio por megafonía.

Pues sí. Planicie táctica, rigidez en la lectura y comprensión de la trama del partido, falta de personalidad en la elección del sistema y bandazos en la estructura del equipo y el reparto de puestos son las cinco notas con las que está componiendo Salvachúa su sinfonía del liderazgo, tan desafinada, inerte y ronca que es imposible que perdure.

Lo digo ahora que vamos primeros, para que nadie me acuse de oportunista cuando las cosas se vuelvan a torcer, cosa que pasará porque en estas condiciones tiene que pasar.

1 comentario:

  1. Pues llegados a febrero, parece que la cosa pinta como decías. A mí tampoco me convencía el equipo por esa época. Menos mal que se puede leer un análisis como este en algún sitio (aunque sea muy de vez en cuando), porque de la prensa que queda en Guadalajara poco se puede esperar.

    ResponderEliminar