jueves, 8 de mayo de 2014

Mucha paja

La estrepitosa derrota del Dépor en Melilla no fue el efecto de un par de accidentes defensivos. Fue el desenlace natural de una temporada marcada por el vacío existencial, una temporada que nunca debió suceder. Cualquier director mínimamente hábil hubiese hecho un puente narrativo, lo que se llama una elipsis, un truco que sirve para saltarse lo que vulgarmente podríamos denominar paja. No sé en cuántas películas habréis visto a los protagonistas cagar, comer, dormir, rellenar instancias municipales, comparar las ofertas del Lidl con las del Mercadona o lavarse el pelo con un champú anticaspa. En pocas, supongo, porque normalmente no aporta nada a la acción. Es pura paja.


La temporada 2013-2014 debería ser recordada como la de la paja, un relleno argumental interminable que ha avanzado en prolongada agonía hacia un final inútil y previsible, como esa palomita de un portero que adorna el golazo por la escuadra sin probabilidad, remota siquiera, de atrapar el balón. Es verdad que pudimos entrar en un play off que hubiese sido aún más paja, oxígeno, sondas, suero y medicinas paliativas para extender la vida del moribundo más allá de lo razonable, de lo humanamente digno. Por un lado, casi causa alegría que no haya sucedido. Se puede cebar un cerdo para matarlo pero permanecer ahí inmóvil, mirándolo mientras engorda, es propio de una mente desequilibrada o entretenida. Tú le echas de comer y te vas. Y así todos los días hasta que está listo para su glorioso San Martín.

Este Dépor de la 13-14 (joder, si hasta tiene más nombre de esa llave plana que siempre se pierde que de temporada de fútbol) es producto de la resaca de un Terrazas decepcionado a la fuga, del empecinamiento del Club ante la Justicia de una justicia por enésima vez ciega, de una afición desorientada que se desangró a borbotones por la herida del zarpazo mortal que nos dieron Tebas y sus clubes secuaces (el lobo y sus lobeznos), de la española improvisación de último minuto a la que todo eso condujo por negar la muy factible posibilidad de tener que poner en práctica un plan “B”. Cinta aislante para arreglar un mecanismo nuclear que se averiaba sin remedio.

Entre toda esa dañina morralla, apuntes a lápiz que tacharon el guión bueno, el que contaba cómo permanecíamos en la Liga de Fútbol Profesional con Terrazas al volante, surgió esta campaña aciaga y perecedera cuya guinda sólo podía redondearse con par de errores de alevines en un partido solemnemente malo de este equipo de paja que, por no tener, no ha tenido ni dorsales propios. Puede que nos hablen del grupo IV, de los desplazamientos, de la fatigosa copa Federación, de los correosos adversarios, de las primas a terceros, de las guerras Carlistas o de la Reconquista. Da igual. Relleno todo también. La verdad verdadera es que hemos sufrido la ignominiosa exposición a una elipsis contada en un trozo de película que nunca debió salir de la sala de montaje hacia los cines, hacia los sacros ojos del espectador.

El placer de ver florecer a Quique González, de haber sido su aeropuerto de despegue hacia los cielos del fútbol, compensa a duras penas todo lo demás. De no haber sido por el animoso vallisoletano y el potente cerrojo de un iluminado Álvaro Campos, este año espantoso y pajero nos habría mandado a esa liga sin rivales de la media tabla o a jugarnos el pellejo contra el San Fernando en la jornada de la verdad. Lo sabemos todos, como también sabemos que cuando Quique haga ese merecido petate en cuyo interior brillará el primer balón de oro regional la orfandad será cósmica. Un pajar sin aguja.

La solución huele a KH7 y estropajo, a lejía, agua clara y una chistera enorme de la que empiecen a salir conejos de colores. Pero ya. Urge un entrenador con las ideas claras, sean éstas el intenso juego que había en el ajuar de Carlos Terrazas u otro planteamiento diferente, pero firme y duradero, no voluble y circunstancial. A veces, los mejores cuadros se han pintado en lienzos usados, que esconden bajo el óleo otro dibujo, incluso otra pintura. Salvachúa ha estado a punto de meterle barro a la paja y hacer adobe y con él construir algo. Pero sólo a punto, que es tanto como decir que a punto estuvieron de no hundirse el Sewol o el Prestige.

Ya, a punto. Sí. Pero que se hundieron.

Escribo esto bajo la convicción de que el Cádiz no va a pinchar en la última jornada. Puede que me tenga que comer las palabras, aunque nunca el argumento. Y el argumento es que para hacer adobe con la paja necesitas agua y una tierra concreta, mezclarlo en las proporciones adecuadas y colocarlo en su sitio durante un día propicio. Todo eso, no una o dos cosas sino todo ¿Se ha hecho así? Dejad que conteste yo: No. Al Dépor del año de paja le faltaba personalidad, firma, sello, estilo. Llamadlo como queráis, pero valoradlo en su justa medida porque es la raya divisoria del fracaso y el éxito en el fútbol, la inercia ramplona de un Manzano que asume sin rechistar la leyenda del pupas contra el hambre infinita de un Cholo que aligera el yunque de la historia. Casi nada.

Pero además, tenemos derecho a pretender un equipo que venga a competir, no a solazarse en un previsible pajar acomodado y fresquito, sino a romper con entrega y compromiso, desde la jornada 1 a la 38, la cerca del coto privado de Tebas y sus perros guardianes, que entienda la necesidad que tiene Guadalajara de reparar cuanto antes ese fatal agravio de la LFP. A lo peor para servirle otra vez de víctimas, pero queremos volver allí, a darle por culo, a incomodarle, a cantarle cositas chulas que no quiere oír durante los partidos.

Ese equipo sacrificado y entregado a una causa concreta, tangible, se construye bajo el mando inquebrantable, el pulso firme de un entrenador con un planteamiento definido, no mutante, que por añadidura tenga que entender la urgencia de ese resarcimiento (coño; es que hemos de suponer que Salvachúa tenía a favor que, al menos eso, lo podía comprender). Pero además que sepa impregnar de ese sentimiento a la plantilla para que no tenga escrita la excusa desde las primeras rampas, desde el mismo mes de agosto. Yo quiero un equipo que en la penúltima jornada sea capaz de reventar cuando tiene todo a favor en lugar de esparcir la paja, fiando su suerte a que acontezca un accidente fatal en otro estadio y que nos trasplanten los órganos de otros para revivir en el último minuto.

Yo en Melilla no vi esa extenuación, esa legendaria batalla, ese no caer o, al menos, ese morir con honor. Igual en la Legión sí, pero en este Dépor, como que no. Vi eso: indolente paja, relleno acolchado para una temporada que nunca debió rodarse.

Lo asumo, pero ya vale. A partir del lunes, en serio ¿no?

4 comentarios:

  1. Estoy de acuerdo. El equipo se hizo tarde y mal, pero había plantilla para haber jugado a algo más que dársela a Quique, y tampoco esos jugadores estuvieron a la altura en los partidos importantes. Por otro lado, quedarse tan cerca del play-off con tantas derrotas creo que dice poco de esta segunda b, no crees?

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  2. ¿Con tantas derrotas? El Dépor acabará con suerte con 66, 67 o 69 puntos y en 5º lugar. Con esa puntuación casi cualquier año entras entre los cuatro primeros. El nivel de la 2ªB es más o menos el de siempre, en mi opinión. Por cierto, maravillosa reflexión y brillante analogía esta de considerar a nuestra temporada como una especie de mal sueño, de relleno. Vendrán tiempos mejores. Algún día. Vendrán.

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    1. Seguramente tengas razón y no sean tantas. Será la sensación que me deja la categoría este año, más que los puntos, aunque a menor nivel de los equipos quizá sea más fácil puntuar más.

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  3. En primer lugar, entusiasmado por la vuelta de Kilgore. Me da igual lo que dure, será lo que él quiera, pero joder que soplo de aire fresco. En segundo lugar, tenemos que volver a la Liga de Tebas y ello por los motivos porculeros esgrimidos por el Coronel, estoy de acuerdo. Sin embargo me temo que no lo vamos a conseguir en muuuuuucho tiempo, eso si es que volvemos...No veo al Club sobreviviendo al rejoneador de muerte de Tebas. Ojalá me equivoque. De todas formas me quedo con algo impagable que sí ha conseguido este año el Dpor: sacar a Kilgore del letargo. Reactivarlo aunque sólo sea durante un rato, el que ha tardado en regalarnos otra de sus perlas literario-periodísticas. Qué pena que está puíisima crisis se haya llevado tanto talento por delante. De momento...

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