jueves, 29 de mayo de 2014

O Podemos o Jodemos


Vivimos tiempos inciertos, extraños, muy atípicos. El bipartidismo se pregunta por las razones de su declive en un país con seis millones de parados, dos millones de hogares sin ingresos, un 27 % de riesgo de exclusión social, un desfile perpetuo de sinvergüenzas y ladrones de guante blanco que dilatan sus causas, marean a los escasos jueces que intentan edificar algo con los escombros del ladrillo y usan, llegado el caso, el comodín del indulto (tras agotar el comodín del aforamiento), con recortes en lo básico y alegrías perpetuas en lo superfluo, con un debate electoral P2P donde se pactó que la corrupción fuera la pariente muerta del mutuo interés. El bipartidismo se palpa sorprendido la herida sangrante. Mete los dedos por ella a ver si es real ¿Qué nos ha podido pasar? Es incomprensible. Pongamos a nuestros más avezados expertos a estudiar el fenómeno. Pero no, queridos lectores. No vengo a hablaros sólo de política, sino de paralelismos.

El coleta neo revolucionario no es un suceso paranormal. Es únicamente un refugio, no sabemos si temporal o perpetuo, de un huracán de cabreo y mala hostia social macerada en unos años que empiezan ya a acomodarse en el sofá cama. Con "Podemos" ha saltado la sorpresa en Las Gaunas. Los contertulios de varios miles de leuros por un par de horas no entienden por qué. Son marxistas, bolcheviques, leninistas, stalinistas, bolivarianos, dicen. Son los jemeres rojos del genocida Pol Pot, amigos de Castro. Son proiraníes peligrosos que cubren a las mujeres con el chador, afines a la Yihad, amigos de la ETA, de los GRAPO y de las Brigadas Rojas. Son okupas, melenudos, barbudos, gafapastas. No se lavan, compran las camisetas en el Alcampo, llevan iphones en vez de hacer señales de humo con fogatas. Y así, en una interminable campaña de descrédito que sólo va a conseguir lo contrario de lo que pretende: que el fenómeno se expanda por puro martirio, por empatía con el débil.

En unas elecciones que no le importaban de antemano ni a la perra Lassie, "Podemos" ha lanzado al Amazonas a una cabra y las pirañas no han podido evitar la tentación de devorarla. Porque las mentes pensantes de este país son así de estúpidas, lineales; poseen la finura de una autopista de Los Ángeles, la proporción del Ecce Homo de Borja. La casta, como la llama el Coleta, quiso ignorar el vuelo de la pedrada de David a Goliat, tan orondo que no ha podido esquivar el chinazo en medio del entrecejo. Y claro, ahora la resaca es monumental, de kilo y medio de orfidal. Unos dimiten y rebuscan en el fondo de armario qué líder ponerse para la temporada de otoño. Otros lanzan a la infantería y a la artillería a bombardear a través de la ingeniería mediática para recuperar al votante ocioso.

Entretanto, el bicho pequeño, el minúsculo mosquito que inocula la malaria al sistema, crece. Puede que lo haga tanto que algún día acabe convertido en un elefante que sea presa fácil de otro insecto que venga a purgar la fauna ibérica, la casta en la que ellos mismos se acaben apoltronando. No se sabe. Lo cierto es que hoy esa larva sigue copando portadas y magazines matutinos, vespertinos y nocturnos de la caja tonta. Siguen sin comprender que “Podemos” no es ni siquiera el mensaje, es el medio, que a miles de desheredados les importa tres cojones su programa, si proponen acabar con las SICAV, meternos a una familia de zíngaros en el cuarto de la plancha o nacionalizar los bancos ¿Qué bancos?¿Los que no me dan dinero?¿Los que yo he tenido que rescatar con mis miembros amputados? Centenas de miles de personas sólo se preguntaron si les podía ir peor que ahora. Y se contestaron que no. Como los negros que cruzan el mar en patera. Se pueden ahogar, sí. Se pueden ahogar por segunda vez porque proceden del fondo marino, de la mismísima fosa de las Marianas.

El fenómeno “Podemos” está siendo esta semana una alegoría exportable a lo que a cada uno quepa imaginar. Independientemente de afinidades o desapegos, todos admiramos la progresión geométrica de este partido enano capaz de tocar la huevera de los grandes desde abajo, como aquel base de 1,59 de estatura, Tyrone Bogues, que jugó en los Washington Bullets contra toda probabilidad estadística, histórica y anatómica de hacerlo. Igual que Pistorius, que corría sin gemelos, tibias y peronés. O como Ryan Giggs, que siempre deja para el año que viene el solteros-casados de las fiestas de su pueblo, donde quiera que esté. Más reciente aún: el Atleti de Simeone ganando la liga al incontestable, cargante, bipartidismo futbolero.

Podría dejar ahí mismo el tema, como una reflexión íntima ajena al blog. Sin embargo, meto aquí mismo la cola de vaca de Romario y dejo a Alkorta con el coxis roto. Porque resulta que el color corporativo de “Podemos” es el morado, brillante casualidad cromática con nuestro Dépor, otro desheredado, éste por las castas del fútbol, por los padrinos de la LFP que gozan a placer de su prostíbulo de sumisas geishas, que se solazan en la montería de caza mayor pegando tiros a los conejos con balas capaces de partir en dos a un jabalí.

Este coleta me ha inyectado una dosis de optimismo morado: no siempre ganan los que ganan siempre. No siempre ganan los que sacan más. Algunas veces se cierra el balcón de saludar triunfantes a sus plebes acólitas. A menos de dos semanas para la hora H del día D, del momento en el que los señores magistrados se enfundarán sus togas, atisbo una lejana luz, trémula y frágil como el culo de una luciérnaga, quizá la de una locomotora de un mercancías con 50 vagones que atraviesa el túnel por la misma vía que nosotros para despedazarnos por segunda vez, para incinerarnos después de habernos enterrado.

Da igual. Es una luz que me dice que tenemos que apretar fuerte porque “Podemos”. Y que si no podemos está claro que por lo menos “Jodemos”.

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