martes, 18 de octubre de 2011

¿Justicia poética?

Carlos Allan Poe, poeta maldito

Leo estupefacto en El Día (link) que Terrazas recurre al término "Justicia poética" para referirse a la victoria del Dépor en el Miniestadi. Excesiva a todas luces la licencia de nuestro entrenador, puesto que el término define la técnica literaria según la cual el virtuoso héroe derrota a un villano deplorable y malicioso, coronando la historia con el tópico final feliz, el preferido del público. En primer lugar cabe señalar que semejante interpretación de los hechos ocurridos el domingo pecan de un maniqueísmo que, por lo visto en el terreno de juego, no encaja en los parámetros de la "Justicia poética". Asociar maldad o crueldad al Barça B es bastante desproporcionado por parte de Terrazas, hombre cauto donde los haya. "Justicia poética" describe con exactitud lo visto en el Soccer City de Johannesburgo el 11 de julio de 2010, pero difícilmente resume el desenlace de todos conocido tras el golazo de Javi Soria.

La justicia como remate de una trama argumental abunda en obras con un interés deliberadamente comercial que tratan de reflejar los gustos del público mayoritario, siempre deseoso de que el bien triunfe sobre el mal en términos genéricos (hay una excepción muy común: las historias de corte Robin Hood). El cine y la literatura están plagados de finales felices, incluso de finales reescritos con el único propósito de evitar que la taquilla les diera un portazo a los creadores y a sus benefactores (productores y editores).

Se me ocurre como uno de los ejemplos más representativos de este concepto el de "Cadena perpetua" (Frank Darabont, 1994), quizá una de las películas más sobrevaloradas de la historia del cine (atentos al hostión que me va a dar P.Locas por este comentario) por el mero hecho de que se sirve del final más deseado por cualquier ser humano que tenga un corazón sano dentro del pecho, aunque atente contra la lógica más elemental de la vida misma, en la que abundan los sinsabores y el predominio del mal sobre el bien. En mi opinión, son más dignos de elogio por arriesgados y veraces los finales intermedios, más tibios. Me viene a la cabeza "Acción civil" (Steven Zaillian, 1998), obra menos valorada pero con un inconmensurable Robert Duvall (quizá su mejor papel, fíjate lo que te digo) que no mereció el Óscar de la Academia al mejor actor secundario porque en la realidad todo es más difuso y relativo, más gris, que en la ficción.

Por otra parte, yo veo más a nuestro míster en la onda de los poetas malditos, un término acuñado casi accidentalmente por Paul Verlaine, que se dispuso a glosar en un ensayo a poetas como Rimbaud o Mallarmé sin caer en la cuenta de que estaba inventando una definición genérica, la de cualquier artista que hubiera malvendido su obra en vida, no sólo escritores como los mencionados o el prototipo quizá más conocido (Edgar Allan Poe -en la foto fusionado con Terrazas-), sino artistas de cualquier disciplina cuyo enorme prestigio en sus respectivos campos creativos lo ha consagrado y reparado la Historia, como Vincent Van Gogh, pero que murieron repudiados por sus coetáneos en la más penosa miseria. El malditismo aparece asociado a genios incomprendidos, personas de un talento excepcional que no encajaron en las rígidas reglas de la época debido a lo avanzado de sus técnicas o a su marcado carácter asocial.

No, Carlos Terrazas. No te veo a ti haciendo las cosas para satisfacer nuestras demandas o alimentar nuestras preferencias. En realidad, la "Justicia poética" rechina en la piel de un poeta maldito, dado a rematar su obra como le viene en gana, agrade o desagrade a una audiencia a la que no presta demasiada atención. Es más, el reconocimiento popular que estás obteniendo últimamente en los medios de difusión masiva está desencajando un poco tu personaje. Una capa muy espesa de jabón para alguien cuya rígida idea del fútbol excluye la interpretación de los demás, salvo que sean doctores en la materia balompédica por la Universidad de Cambridge. Elige otro papel. Ése no te va. Te me desdibujas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario