lunes, 24 de enero de 2011

Por fin

Ganar al Conquense en Cuenca con un gol de Javi Soria es una experiencia tan difícil de vivir como de contar. Es algo así como que vayas de vacaciones a Las Vegas y te salga el jackpot en las tragaperras con la moneda que te devuelve el taxista y que habías dudado por un instante si se la dejabas de propina. La reciente historia del Dépor en Cuenca es la de la frustración absoluta. Darse de cabezazos contra una pared de granito. Desde los lejanos tiempos de Tercera División no nos traíamos los tres puntos de la Fuensanta. John Carlin ya andaba investigando para su próximo libro. En Segunda B todavía no les habíamos ganado. La última victoria databa de la jornada 24 de la temporada 1997-1998, casi trece años de derrotas y empates, tanto allí como en el Escartín, aunque no todos coincidimos. En esta categoría nos remontaron el año de debut. Era la jornada 37 y el Dépor tenía serias opciones de meterse en play off de ascenso. Iván Moreno, al que todavía adoran por Cuenca, adelantó al Dépor en una mañana primaveral que olía a felicidad y éxito.


Después de aquel gol nos pasaron por encima como una cosechadora con motor biturbo y nos despertaron del sueño de jugar la promoción a Segunda en nuestro primer bronceado. En la última jornada, el Osasuna B nos hizo añicos en el Escartín evaporando la remota posibilidad en coalición con rivales directos que no fallaron. Fue aquella tarde en la que a La Zorra se le ocurrió la genialidad de dar la vuelta al ruedo y al estado de ánimo de la afición, que mayoritariamente supo entender que convenía cambiar un solo partido por 38, una pedrada por un cohete.

Ayer le dimos la vuelta a tanta penuria. Nuestra bestia blanquinegra dobló milagrosamente la rodilla en un partido malo de solemnidad ayudado por un césped lamentable y dos equipos sin demasiadas ganas de jugar al fútbol. El Conquense porque va calculadora en mano para no meterse en líos ahora con su gurú Zurro a los mandos. El Dépor porque tiene en este enero de 2011 un campo de minas que hay que atravesar con mucho tiento. La presencia de Míchel en la convocatoria y su regreso al césped me devuelve algo de esperanza en que vamos a poder recomponer el equipo para la segunda vuelta.

No se trata del jugador en particular, sino de un estado de ánimo. Porque al modesto aficionado que esto escribe le resulta difícil de entender que Terrazas esté metiendo en las convocatorias a jugadores del filial mientras magnifica el castigo a Cuesta y Míchel condenándolos no ya al banquillo, sino a bailar pegados en la grada. Pero eso es otra historia.

Ayer, por fin, ganamos en Cuenca. La hinchada morada apenas se acordaba. Hay calvos que entonces tenían el tupé de Elvis Presley, canosos que eran zaínos; Guadalajara se acababa poco más allá del Alamín, Bris era el alcalde, Bono presidía la Junta y Tomey la Diputación. El polideportivo anexo a La Fuensanta no se había construido ni dibujado siquiera, mientras la película Titanic, que vimos en los seminuevos multicines de la avenida de Barcelona, ganaba 11 oscars de la Academia.

La última temporada que habíamos ganado al Conquense coincidió con el año en el que murieron Frank Sinatra y Octavio Paz, los más avanzados usaban ya el incipiente e intuitivo windows 98 y sólo unos pocos desafortunados tenían teléfono móvil, un armatoste Nokia que cabía a duras penas en el maletero del Peugeot 405 ranchera y que venía rotulado en letras del tamaño de un cartel del Ikea por la compañía Moviline, división analógico-celular de Telefónica, ya desaparecidas ambas.

Francia ganaba el mundial, Zidane el balón de oro y el Jarama fue sede por última vez el Mundial de Motociclismo, testigo que pasaría al año siguiente al circuito valenciano de Cheste, aún en construcción cuando el Dépor ganó 1-2 en Cuenca. En España tenían acceso a internet 627.000 personas, Nico y Cerrudo tenían nueve años de edad e Iván Moreno iba de muy mala gana al instituto con una mochila con más sietes que libros de tanto ponerla de poste en el patio.

Ayer domingo 23 de enero de 2011, el Dépor ponía el cronómetro a cero contra nuestros incómodos vecinos. Posiblemente tengamos que esperar otros trece años para revivirlo. Cuando este milagro vuelva a suceder ya iremos a Cuenca en coche eléctrico o lo veremos en nuestra tele holográfica en 3D del tamaño de un mechero sin que necesitemos unas gafotas de colores que hacen que apuntes fuera de los tres inodoros tus tres chorros de orines si se te olvida quitártelas cuando vas al baño.

Teletoro será Teletoro indultado y la tribuna de preferencia del Escartín ya se habrá desalojado por amenaza de desprendimiento de la uralita mientras los técnicos estudian la seguridad de los tablones de la grada sur, instalada "temporalmente" en el lejano 2011 para un partido de la sub-21 y permanente desde entonces gracias a una cesión vitalicia de la RFEF. Milla entrenará a la selección durante la fase de clasificación del mundial de Abu Dhabi, el siguiente tras el de Qatar 2022, con la duda de incluir en la lista al veterano capitán Canales, por cuyos servicios se habrá interesado un equipo alemán de segunda fila.

Jorge será el entrenador del Dépor con Sanmiguel de segundo y Don Rafael Nadal el presidente de un Real Madrid que, con el hijo de Mourinho en el banquillo, disputará a una distancia prudencial la liga al Barça del cincuentón Guardiola y su nueva hornada de enanos jugones fabricados en una Masía con la cadena de producción ya robotizada. También despuntarán el Getafe, el Alcalá y el Alcorcón, los dos primeros con presidentes chinos y el tercero con un ruso al frente.

Ahora mismo, un chaval de nueve años corretea por Mota del Cuervo sin saber que marcará el gol de la victoria del Dépor en la Nueva Fuensanta, en 2024 sobre un césped infame abrasado por los hielos de enero. Él no lo celebrará pero nuestros hijos sí.

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