martes, 26 de abril de 2011

Cuestión de estilos

No es raro encontrar aficionados del Dépor que ponen en tela de juicio a Terrazas porque no jugamos -dicen- bien al fútbol. En los últimos años, las malas costumbres se han instalado en nuestras cabezas porque nos hemos hecho a que la palabra fútbol sea sinónimo de lo que hace el Barça o la selección española, que ganó el mundial toqueteando la pelota, aunque marcando sólo 8 goles en siete partidos, que no hay que olvidarlo. Pero el fútbol es mucho más. También es el aluvión británico de pases al área, el dominio italiano del tiempo de juego, la disciplina prusiana de la locomotora diesel alemana, el afán de superación argentino. Como García Márquez no escribe nadie pero Stieg Larsson vende novelas a espuertas incluso muerto. ¿Juega el Dépor al fútbol? Yo creo que mucho. Por eso está donde está.

La epidemia de clásicos Madrid-Barça ligueros, coperos y championligueros ha alentado a los aficionados a abrir un debate tan estéril como inventado, el del juego contra la eficacia, el de las diferentes estéticas futbolísticas, el del resultadismo frente a la coreografía, aunque ésta cause la derrota. Como si la victoria no fuera una de las esencias que mejor huelen en el deporte, como si sólo el caracoleo y el pase en corto tuvieran gracia.

Lastimosamente, un canal deportivo de referencia (Marca TV) compone sus mesas con forofos que ven la realidad tuerta, lo que favorece que se hable más de colores que de otras cosas, lo que impide que se hable del fútbol y de los distintos caminos que llevan a Roma. Únicamente Kiko mantuvo tras la final de la Copa del Rey la equidistancia suficiente como para analizar en frío un gran partido en el que cada uno compitió con sus armas: el Barcelona sin moverse una pizca del estilo que tantos títulos le ha dado porque es eso lo que le ha dado los campeonatos; el Madrid, acoplándose en cada enfrentamiento con mayor habilidad a la superioridad del rival y tejiendo una pegajosa red a cuarenta metros de Casillas en la que se quedaban clavados los grandes artistas del regate, el pase profundo y la pared que posee el legendario rival.

Tras el 5-0 liguero en el Camp Nou, Mourinho ha llegado a la conclusión de que es un suicidio jugarle al eterno rival de tú a tú. Aunque no lo diga, lo piensa. Y actúa en consecuencia además de ir corrigiendo fallos para perfeccionar el poder de la kriptonita que ha descubierto. A diferencia de Holanda, que intentó parar a la España de del Bosque con patadas karatekas que consintió el árbitro y algún destello de calidad de Robben o Sneijder que a punto estuvo de darles la Copa del Mundo que tenemos nosotros, el Real Madrid ganó la Copa del Rey dentro del reglamento (a excepción de alguna licencia absurda y prescindible de un revolucionado Arbeloa) y haciendo que corriera el balón por el aire o controlado selectivamente por alguno de sus esprinters.

Desde luego que no era el Madrid que ha goleado a otros flojos rivales ligueros o europeos con espaldiñas y taconcitos. Tampoco creo que lo pretendiese. Simplemente preparó bien la final, se rearmó para un partido que no admitía segundas oportunidades porque el entrenador está para algo más que organizar rondos y mandar que impriman la lista de convocados que él dicta. Y jugó en función del rival porque el rival es un equipo histórico al que no se le puede dar la ventaja de intercambiar con él florituras, porque en esas va y te gana.

Aunque Mourinho cree tener dominada la sala de prensa, en la que suele distraer a su conveniencia el enorme lupón de mil aumentos que los medios nacionales ponen sobre el Real Madrid, la imagen de frivolidad y divismo que traslada ahí nada tiene que ver con su incuestionable trabajo en la sombra. Sabe detectar muy bien las virtudes y defectos de su equipo y las despliega habilidosamente sobre el tablero. ¿Es eso resultadista? Seguramente sí. Pero que me digan un solo entrenador del mundo entero que prefiera perder una final por hacerle el caldo gordo al contrario. No lo hay. Otra cosa es que sepa cómo ganar o tenga dudas y la cague. Otra cosa es que se vea superado por su homólogo rival, que le detecte sus propios puntos fuertes y se los neutralice.

A pesar de ser un bocazas a menudo molesto y con bajo estilo, Mourinho es un gran estratega y se siente igual de cómodo en las dos facetas. Quizá su gran defecto es que carece de humildad, lo que le lleva a interpretar todo en función de él mismo, como el rey Sol, restando protagonismo a los verdaderos autores del espectáculo, que son los futbolistas. Ese defecto acaba siendo, no obstante, una virtud en ciertos momentos, ya que los futbolistas descargan en él las tensiones como los arcos de medio punto trasladan el peso de una estructura hasta que esa fuerza toma tierra.

En la acera de enfrente, Guardiola ejerce en apariencia de todo lo contrario. Aparece generoso, educado, respetuoso, altruista, elogioso con los jugadores... y rara vez pierde los papeles, sin duda sabedor del talento que tiene un amplio racimo de sus futbolistas. Puede permitírselo, por eso y porque el Barça lleva una década y media construyendo una personalidad de club, un modelo fundamentado en algo tan catalán como sacar provecho a una cuenta corriente limitada, algo que el Madrid no ha necesitado hacer porque siempre ha tenido demasiado dinero a su alcance como para andar esperando que crezca el trigo, tanto dinero que no puede evitar que un batallón de personajes satélites con muy buenos sueldos ande constantemente haciéndose la cama recíprocamente mientras pelotean al gran Florentino Pérez y le venden lo imprescindibles que son.

Siempre he pensado que los compartimentos en los que viven los entrenadores son artificialmente estancos, que, a diferencia de los jugadores, dirigen a un determinado club por muchas razones que no siempre guardan relación con su dominio del fútbol o su capacidad psicológica para gestionar un vestuario y hacer que sus futbolistas produzcan más goles que los de enfrente.

Hace tiempo que observo esenciales coincidencias de criterio futbolístico entre Mourinho y Terrazas basadas en la presión por todo el campo, salida rápida, poca especulación y una gran obsesión por acabar el partido con la portería a cero. Y lo digo despreciando por completo las diferencias de categoría, que son más una cuestión salarial que de conocimiento de las artes de este juego maravilloso.

Terrazas es un entrenador de Segunda B porque está en el Dépor, porque lo dice su discreto sueldo de entrenador de Segunda B. También porque se ha especializado en una categoría con 80 equipos situada en la frontera misma entre el fútbol rico y el pobre. Pero a la hora de la verdad, el Real Madrid le está pagando una millonada a un portugués circense por un trabajo que en lo básico, en el césped, se parece al de un desconocido bilbaíno testarudo, discreto, feo y flaco y poco amigo de hablar en público que no es multimillonario y que probablemente nunca lo será. Igual la diferencia es que a Terrazas le falta glamour y labia. En el resto, primos hermanos: profesionales y listos.

Hay una cuestión de estilo coincidente (el fútbol) y otra dispar (el manejo del sarao mediático bajo el luminoso foco que alumbra todo lo merengue) pero a mí nadie me quita de la cabeza que ambos están haciendo cosas similares sobre la hierba: defensa por todo el campo, transiciones veloces sin entretenimientos y tratar de aprovechar las ocasiones, sean muchas o pocas.

El Real Madrid ha ganado así la Copa al mejor equipo del mundo y nuestro Dépor está entre los del piso de arriba del Grupo I cuando quizá hombre por hombre haya plantillas bastante más completas entre los clubes rivales. ¿El truco? buenas dosis de convicción, trabajo bien organizado e interpretación del fútbol como un juego grupal, de participación colectiva, de cometidos concretos por encima de la clase individual. Nada de sucumbir al juego rival. Sin complejos ante el estilo de otros. Tenemos el nuestro y, como mucho, lo ajustamos a lo que hay enfrente si lo que hay enfrente asusta.

Hasta ahora, Terrazas no ha tenido que trivotar porque ni siquiera el Castilla tiene un equivalente a Messi o Iniesta, por no decir el resto de equipos del Grupo. Aunque sí ha transformado a Soria y Oinatz en medios centros defensivos como ha hecho Mou con Pepe últimamente a pesar de tener a Granero o Lass en el banquillo, de la misma forma que Terrazas tiene a RC7. La reconversión de centrales a guardaespaldas es otro detalle coincidente que nos indica una manera de entender el fútbol, nada que no estuviera inventado, por otra parte (¿Alguien se ha olvidado de Fernando Hierro?).

Si alcanzamos el play off, ya veremos a qué nos enfrentamos y la cintura que demuestra Terrazas a la hora de moldear al Dépor a las capacidades del adversario. Lo que nos debe quedar claro es que no por tener el balón se tiene peligro y que tenerlo un 70 % del partido es un lujo al alcance de muy pocos: el Barça, la selección española y quizá Brasil cuando se enfrenta a Honduras.

Ni se practica mejor fútbol por tener el balón ni jugar al contragolpe es una deshonra que desluce el juego. Es una cuestión de estilo y naturalmente que lo es de resultados. ¿O estaríamos tan contentos si fuésemos en la media tabla con estos mismos futbolistas?¿O estaría igual de contenta la parroquia madridista si la Copa del Rey la hubiera tirado Piqué del autobús? Sospecho que no porque el estilo sólo es una forma de llegar a la meta, de cumplir el deseo de ganar que, en el fondo, tenemos todos los aficionados.

Sólo existe el reglamento. Lo demás es libre y va en gustos. Cierto es que cuando pierdes te queda a veces el consuelo de haber jugado bien, pero también es verdad que no hay ningún sabor más rico que el de la victoria.

5 comentarios:

  1. Totally agree, que dirian los ingleses. A pesar de lo que hemos criticado a Terrazas, seguramente Mou también tendría en la grada a gente como Michel o Ruben Cuesta, su juego es poco sacrificado para el estilo de juego que buscan Mou o Terrazas.

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  2. Estimado Sr. Kilgore, a pesar del inescrutable sudónimo que he utilizado para firmar este comentario, estoy seguro que su probada inteligencia le llevará en breve a averiguar mi verdadera identidad. Solo una pequeña pista: soy el Noi de Sant Pedor, el actual entrenador del FC Barcelona.
    Dicho lo anterior quería trasladarle mis respetos por el imponente y granítico discurso que ha plasmado Ud. en el extenso artículo que bajo el título "cuestión de estilos" ha publicado en su blog. Pero no es este el motivo último que me ha impulsado a publicar el presente comentario. Lo que realmente deseo es interrogarle acerca de una cuestión que me acucia y preocupa, a saber:
    Cuando Ud, indica en la primera frase del inicio del octavo párrafo de su artículo (cito textual) "En la acera de enfrente, Guardiola ejerce en apariencia..." ¿Qué está queriendo decir? o mejor aún ¿Quiere decir lo que parece que dice o dice lo que parece que quiere decir?
    Si le traslado estas preguntas es porque, convendrá conmigo, en que la frasecita tiene su miga. Lo de la acera de enfrente se las trae, pero es que a renglón seguido y por si fuera poca la carga de leña, afirma que "ejerzo en apariencia". Si usted lo hubiera escrito en román paladín no habría habido mayor problema pues a todo el mundo, incluida mi persona, el tema le hubiera quedado clarísimo, en Technicolor. Algo más o menos así: "El mariquita de Guardiola ejerce de putilla en las calles de Barcelona." Así sí, sin ambajes ni anestesia, al estilo Mou.
    Quedo a la espera de su contestación a la cuestión planteada, y aprovecho la ocasión para saludarle atentamente.

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  3. Interesante cuestión la que planteas, Pez Guardiola. Igual se me ha ido el subconsciente, aunque no me importa la sexualidad del personal... salvo en una sauna finlandesa, donde siempre me aseguro de que corra un metro cúbico de vapor entre mis cuartos traseros y el resto de asistentes por pura precaución.
    Cuando uno ve tanto fútbol, tantas entradas duras por la espalda, sabe que las tarjetas amarillas no son ningún consuelo. Tampoco las expulsiones. Hay demasiado en juego.

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  4. El que estaba detrás de Kilgore en la sauna finlandesa28 de abril de 2011, 16:46

    Lamento descubrirte Kilgore, pero como bien sé de primera mano, pues soy el que se coloca siempre detrás de ti en la sauna, la distancia que suele separar tus cuartos traseros de mi p... no suele ser superior a un par de milímetros. Antes bien, la mayor parte de las ocasiones suele no existir distancia alguna.
    Siempre tuyo (y tu en la sauna mio), tu secreto admirador...

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  5. Ondias!!!!!! y yo que creía tener lombrices!!!

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