Exclusiva: entrevistamos al línea del Dépor-Castilla

Después de ver las imágenes repetidas de los muchos y variados fueras de juego inexistentes (gol de Aníbal incluido) que señaló el juez de línea que vigilaba (es un decir) el ataque del Dépor en la segunda mitad del partido contra el Castilla, Dporvida se propuso entrevistarle y lo consiguió. Lo encontramos reposando el "partidazo" en su casa del País Vasco, en una localidad denominada Loveonegrorrio.


-¿Cómo se encuentra, colegiado?
-Ya lo ve -bromea-. Cansado porque a mí el fútbol me agota. 90 minutos venga a correr la banda con el riesgo de tropiezo que tiene eso.
-¿Cómo es que le dio por ser juez de línea?
-Pues por joder. Mi madre no quería que fuera árbitro porque decía que se iban a meter mucho con ella. A mí, sin embargo, me da lo mismo. Mientras no se metan conmigo.... Jeje.
-¿No le impide su discapacidad visual ser un buen línea?
-Apenas se nota, sabe usted. La mayoría de los jueces de línea son tan malos que mi invidencia pasa desapercibida en casi todos los campos. Ustedes se han dado cuenta porque han tenido los cojones de venir a entrevistarme. Si no llega a ser por eso, pues uno más. Y encima damos que hablar durante la semana y eso es bueno para el fútbol.
-¿Cómo se las ingenia?
-Yo cada cinco minutos levanto la bandera y ya está. Es bastante facilito.
-Pero eso perjudica...
-Ya, pero cobro. ¿De qué quiere que viva? Vender cupones es un coñazo, con lo que llueve por aquí. Quite, quite.
-Tiene su lógica pero ¿Y si no está el balón en el ataque de usted?
-Hombreeeeee. !Qué tonterías tiene usted¡. Soy ciego pero no gilipollas, y además oigo perfectamente. Cuando escucho que un jugador bufa para esprintar es que está atacando su equipo. Son muchos años de experiencia ya, criatura.
-¿Es operable lo suyo?
-No. Al principio tenía 15 dioptrías en el ojo izquierdo y 22 en el derecho. Salía al campo con unas gafotas como las de Mortadelo y era peor porque todos los aficionados se metían conmigo en lugar de meterse con mi madre, que es lo típico y para lo que nos preparan psicológicamente muy bien en la escuela de arbitraje. Sufría mucho, hasta que un día decidí quitarme las gafas porque eso no había dios que lo aguantara. Antes era insufrible, de verdad. Que si normal que no acertara una, que si saltara al campo con el perro lazarillo, que si era hijo de míster Magoo. Horroroso.
-¿Y qué pasó?
-Pues que al quitarme las gafas fui perdiendo visión hasta que ya no percibía ni siquiera las formas. Aunque eso para el arbitraje es lo de menos porque ya le digo que esto de levantar la bandera es una lotería.
-¿No se ha interesado ningún programa de televisión nacional por lo suyo?
-Qué va, hombre. ¿Se cree usted que soy el único? -ríe a carcajadas-. En Primera División hay media docena de líneas ciegos y tres árbitros. Cada día es más habitual. Se oye que la Federación va a firmar un convenio con la ONCE para que se reserve al menos un 20 % de las plazas de árbitro a las personas con discapacidad visual.
-Coño. Pues está muy bien eso.
-Claro. Es una buena salida laboral para nosotros. Peor es lo del acta.
-¿Qué pasa con el acta?
-Pues que en campos anticuados como el de ustedes no hay máquina para redactar en Braille. Un atraso como otro cualquiera. No me joda, en pleno siglo XXI. Así pasa a veces, que le ponemos las tarjetas al que no es o los goles a uno del equipo contrario. Luego que si se meten con nosotros.
-Lo comentaré a la gente del club.
-Hágalo. El domingo gracias a que el otro línea ve un poquito con el ojo izquierdo que si no nos dan allí las tantas. La ventaja es que si nos retrasamos nos dejan a oscuras y cuando terminamos tiramos de la puerta y nos vamos sin dar puntito de guerra y sin tener que buscar el cuadro de luz, que siempre los ponen en unos sótanos del carajo.
-O sea, que el árbitro del domingo también...
-Sí, hijo, sí. ¿Es que no nos vio llegar con el perro labrador?
-Ahora que lo dice, sí. ¡Pero venían los tres solos en coche!
-Nos ha jodío qué listo. Si quiere vamos desde el País Vasco en Autocar. Con lo engorroso que es hacer trasbordo en Madrid. Pues no hay allí gente. Nada, nada. Te pierdes y no llegas al partido. Si ahora los coches te avisan de todo. Son una maravilla. Y a la vuelta ahorramos batería porque venimos a oscuras. Ya me dirá para qué vamos a encender los faros, para molestar a los que vienen de frente.
-Sí que se lo montan ustedes bien.
-Pero ¿a que no acabó mal la cosa?. Empataron ustedes con el Castilla, que es muy bueno. Un puntito bien rico. Creo que tienen un 9 chiquitín que se cuela por los ojos de las agujas.
-Esteeeee. Debe referirse a Morata. Mide casi 1,90.
-Pues tiene una carrera de pasos muy cortos. Fíjese ¡cómo engañan a veces los futbolistas! Bueno es saberlo para la próxima vez. Le voy a señalar falta en casi todos los saltos porque estos grandones siempre meten el codo.
-¿Cuándo vuelve a pitar?
-Pronto, pronto. Los ciegos somos una bendición para la Federación porque la gente entiende que no lo hagamos mejor. Sin embargo con los demás no se explican que fallen tanto.
-La lástima es que no se sepa antes del partido lo de su invidencia.
-Eso digo yo. Habría más respeto. Pero mientras se metan con mi madre a mí me da igual. De verdad se lo digo.
-Pues ha sido un placer hablar con usted.
-Ya supongo. ¿Quiere que le acerque al aeropuerto?
-¡Ejem!. No gracias. Me espera un taxi.