miércoles, 6 de abril de 2011

Empacho de merengue

El merengue obstruye las arterias
Hoy he consultado cierta web en la que informan de los próximos partidos que se televisarán. Mis sospechas se van confirmando. El Coruxo-Dépor no aparece en la relación porque una hora antes se disputa en Valdebebas un interesantísimo Real Madrid Castilla-Lugo. Primero y segundo en la clasificación nos impedirán casi con seguridad disfrutar de las evoluciones de nuestro adorable Dépor en O Vao, el coqueto campo de Vigo donde disputa el Coruxo sus partidos. No se puede negar que el partido de Valdebebas, que emitirá Real Madrid Televisión, tiene su interés. Por eso apostaría a que le cederá la señal a la televisión pública gallega, con lo que ésta se ahorrará el despliegue técnico para la emisión de nuestro partido y todos amigos. Entiendo las razones de peso que harán que esto pueda ser así. Forofismos aparte, comparto el criterio económico de fondo y las posibles previsiones de audiencia calculadas por el canal galleguiño.


Sin embargo, y aquí viene el pero, estoy seguro de que sucedería lo mismo si el Castilla y el Lugo fueran sexto y séptimo de la clasificación. Tirando como tiro al merengue como segunda opción, reconozco que en España existe un agujero negro que fagocita hasta la luz solar. Curiosamente ese agujero negro es blanco y se llama Real Madrid.

En los tres días que han transcurrido de semana desde que jugamos un brillante partido contra el primer equipo de su errática cantera he podido comprobar en mis propias carnes la potencia de semejante agujero. Gente de Guadalajara bajó el otro día al Escartín con la camiseta blanca y cuando te paras a hablar por la calle con algunos futboleros te sostienen que el Castilla tiene muchísima calidad y que el Dépor pudo empatar sólo porque los merenguines están tiernos. Ni asomo de mérito para nuestras tropas.

No seré yo quien ponga en duda la calidad de la plantilla del Real Madrid B de este año. Antes incluso de que llegara Toril como un toro defendí que este equipo tenía mucha más categoría de la que reflejaba su clasificación en la primera vuelta. Mejías, Carvajal, Casado, Rico, Alex, Sarabia, Juanfran, Juan Carlos, Morata y Joselu seguramente acaben en algún equipo de primera división manteniendo la tradicional diáspora de La Fábrica entre clubes que sí aprecian la producción de Valdebebas. No dudo que todos ellos acaben entre la elite. Quizá alguno más, puede que alguno menos.

Lo que no me gusta nada es que ese hecho futurible ensombrezca el gran momento de forma del Dépor y que el partidazo de los nuestros el domingo pase a estar hecho de los retales de unos cracks aún tiernos. No fue así. Exceptuando algún caso concreto como el de Barral, quizá hipermotivado por ser un descarte de esa máquina de triturar futbolistas que es la cantera blanca, pocos de los nuestros han vivido de cerca ese fútbol en el que los ceros a la derecha de la primera cifra se vuelven incontables. A pesar de ello, y de que debe ser relativamente fácil arrugarse frente a futuras estrellas que ya han jugado minutos de la Champions, los nuestros hicieron su partido, sin deslumbrarse por la luz que provenía del otro lado del campo, con la convicción de que hoy todos son jugadores de la misma categoría: Segunda B.

No lo entiende así parte de nuestra afición, que se deja arrastrar y arrastra a sus retoños por el tobogán del vil brillo de la camiseta blanca que todo lo destiñe. Ayer, el Real Madrid grande le daba un repaso a un Tottenham apesadumbrado por la rápida expulsión de Crouch. Mourinho y sus jugadores aplazan la fiesta al término del partido en White Hart Line, naturalmente, porque cosas más raras se han visto. Pero la prensa deportiva madrileña ya se ha hecho los correspondientes abrigos con la piel de un oso vivo que anda suelto por Londres.

Una vez más incurren en el patético desprecio al rival de siempre, desprecio que quien suscribe sintió a ratos el domingo y el lunes. Continúo percibiéndolo entre algunos a los que tengo la osadía de preguntar por el partido del Escartín. Lo peor no es que venga de esos pálidos periódicos, algo que ya sabemos, sino de unos cuantos papanatas locales para quienes el fulgor nunca será morado, sino del color de unos merengues que a veces empachan incluso a quienes nos gusta esa clase de dulce. Luego nos llenamos la boca con lo guadalajareños que somos.

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