lunes, 21 de marzo de 2011

Se acabó el recreo

Hay días que amanecen con el nombre de un jugador. O jugadores que amanecen con una fecha grabada en la camiseta o tatuada en el pecho. Ayer, 20 de marzo de 2011, se cumplían 196 años justos desde que el pequeño Napoleón se escapó de la isla de Elba, donde había sido desterrado, y regresó a París con un ejército de voluntarios.

Al gabacho emperador, la gloria le duró poco más de tres meses más, más o menos lo mismo que le va a durar la camiseta morada al joven Francisco José Nicolás González, murciano de Molina de Segura, 22 años de edad y 1,63 de estatura, la justa para no besar el suelo cuando lo derriban, la exacta para no dejarse los dientes en las rodillas ajenas.


Nico tiene dos piernas cortas y tan fuertes como las de un bulldog francés y un regate messiánico que no siempre le lleva a tomar la mejor decisión. Tal vez por eso, o porque los polivalentes acaban jugando de portero si llega el caso, el chaval lleva toda la temporada tapando agujeros. Podía ser interior diestro o zurdo, media punta o punta entero y en los dos últimos partidos medio centro de vocación ofensiva, una posición en la que puede hacer que le tiemble el cuerpo al guardaespaldas que le ponen por detrás (ayer Oya) y, sobre todo, a Terrazas.

A este pequeño murciano (seis centímetros menos que Messi, siete menos que Xavi e Iniesta y ocho menos que Villa) le vimos enseguida que salía de embrollos imposibles pero también que corría un poco con orejeras, estrechando su ángulo de visión a la pelota y el flaco pasillo que la separa del portero.

Con Terrazas ha crecido a estirones porque no ha jugado por convicción sino por obligación, algo que curiosamente ha permitido ver su mejor versión cuando las circunstancias lo han alejado de la banda para buscarle un acomodo en lugares donde los futbolistas habilidosos hacen más daño si son capaces de aprender.

Porque Nico no es tampoco un centrador y hasta ayer tampoco era un rematador. Su valor se mide en regates terminados, algo fundamental en el fútbol contemporáneo, tan ordenado como un tablero de ajedrez al empezar la partida pero que pueden ser una desventaja si los intentas en el lugar equivocado. En los dos últimos partidos hemos podido ver a un Nico menos rococó, lo que aumenta considerablemente su eficacia en el campo a medida que lo acercas a la portería rival.

Contra el Montañeros ocupó la misma posición que ayer, aunque con Soria de socio en vez de Oya, y aunque eso limita la salida por vía aérea del Dépor porque obliga a que sean Juanjo o Aníbal los que se retrasen para realizar el salto correspondiente, proporciona una pintura de otro tono en el movimiento del balón de nuestras tropas. Más inesperado, menos previsible, más elaborado, menos directo.

Ayer, volvió a moverse libremente por los tres cuartos del ataque morado, volcando a derecha e izquierda en la compañía alternativa de alguno de los dos delanteros o de los extremos. Su tendencia a hacer valer el gambeteo sobre el físico cogió completamente descolocado a un Badajoz que tuvo que tragarse hasta tres ocasiones del chiquitín cuando el público aún no se había acomodado en la butaca, seguramente porque no se esperaba eso del Dépor.

Los fallos dieron lo mismo porque ayer era su día y acabó metiendo un golazo de disparo lejano y una vaselina perfecta. Fueron sus primeros goles con el Dépor y sirvieron para remontar un partido que se había puesto muy feo y que tampoco supo cerrar el entrenador del Badajoz, descaradamente conforme con un punto.

A diferencia de otras tardes, Nico arriesgó ayer menos el balón y siempre unos metros más arriba, lejos de donde se producen los errores que acaban no teniendo remedio. Cuando un futbolista chupa en el círculo central acaba teniendo un altísimo riesgo para un escaso beneficio porque detrás del primer tapón hay otros dos o más. Demasiadas puertas para una sola llave. Nico ha mejorado porque está comprendiendo que su habilidad no es un cauce para su lucimiento personal, sino un recurso que se debe usar con moderación y tino. Sin embargo, hay un crecimiento que ya no se producirá: el de sus huesos. Y no es broma.

Posiblemente sea complicado volver a ver cómo este jugador marca dos goles pero no debería ser tan difícil que contempláramos cómo se los sirve en bandeja a Aníbal y Juanjo. Con todo lo que ha dado que hablar el centro del campo del Dépor, vamos a acabar deduciendo en la jornada 30 que tenemos una horma que encaja en el zapato. Y todo, casi por accidente. Contra el Montañeros fue un accidente por las cinco tarjetas de Oya. Contra el Badajoz, otro porque la lesión de Jorge obligó a retrasar a Soria.

Por eso supongo que en Vallecas, Terrazas optará por Jorge, Soria y Oya porque a nuestro entrenador lo que de verdad le extasía es ver la puerta a cero y, casualidad o no, hemos encajado dos goles en los dos últimos encuentros, precisamente cuando el pequeño Nicolás no ha tenido más remedio que jugar donde ha jugado, hilvanando bien el fútbol de ataque pero haciendo que el Dépor no resulte tan aguerrido en la presión al rival.

Lo cierto es que este esquema de circunstancias, esta transfusión de médula, nos ha dado 6 goles a favor y 2 en contra. Suficiente para ver espectáculo y ganar seis puntos pero completamente ajeno a lo que Terrazas espera del equipo: orden, portería a cero y alguna llegada que se cuele entre los tres palos rivales.

Sospecho que a Nico le pasará como a Napoleón, que su gloria será efímera porque seguirá siendo un jugador en busca de un puesto, el que sea. Puede que me equivoque y Terrazas haya tenido un sueño como Martin Luther King. Siento decir que lo dudo. Su corazón no soportaría otra remontada (¡Mon Dieu!, qué horrible palabra) ni la construcción de un fútbol de ataque con tantas fichas de colorines.

Francisco José Nicolás González tuvo ayer su tarde. Alguien lo vería. Alguien lo tendrá en cuenta y lo habrá anotado en su cuaderno para lo que venga después de los cien días de temporada que nos quedan. No creo que ese alguien sea el prusiano Terrazas, mariscal de la pizarra, general de la presión, cartesiano jefazo de la virginidad en nuestra puerta.

Seguimos entre los grandes porque, como los animales, nos hemos adaptado al medio temporalmente para sobrevivir. Hay anfibios que se vuelven hermafroditas o carnívoros que comen plantas. Nosotros hemos sacado a Nico de medio centro creativo, a uno que salta menos y que tiene los brazos más cortos para cargar al contrario. Estoy seguro de que el doctor Terrazas corregirá esta alteración genética, que acabará con el Flower Power de Nico en cuanto tenga a los altotes y fuertotes al alcance de la mano. Lo otro sería renunciar a sus principios, a su concepto del fútbol.

Así que Nico, se acabó el recreo. Regresa al aula porque tú no eres murciano, eres un marciano en un equipo que corre, tapa, salta, lucha, entra, cierra y mata a los conejos de una colleja a manaza abierta. Y eso son cosas que tú únicamente puedes imitar. Lo tuyo es driblar y a fe que estás aprendiendo a hacerlo donde conviene, a poner esas cualidades que pocos tienen al servicio del equipo. Otros se han hecho grandes cuando han digerido la diferencia que hay entre el patio del cole y el césped. Tú estás en el buen camino. Quizá Terrazas sea quien te lo haya enseñado, aunque no dudará en devorarte como Saturno a su hijo para salvar el juego físico, en peligro por esta efímera locura que nos ha emborrachado de puntos y goles, muchos a favor... pero un par de ellos en contra.

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