jueves, 15 de septiembre de 2011

Peligro, pollos mutantes


Puede que ahora suene a delirio de un aficionado que todavía se pellizca cuando mira la clasificación pero si el Barça B y el Villarreal B quedan entre los seis primeros de la liga, el play off a Primera lo jugará el octavo, un equipo de la media tabla. ¿Y si fuéramos nosotros? Ahí lo dejo caer, para la reflexión colectiva, para la cuenta de la lechera morada.

Tampoco serían tan raro. Los dos filiales que militan ahora mismo en Plata son buenos, muy buenos. El Barça B se ha reforzado con el ex sevillista Rodri en el ataque, con Kiko Femenía y con la nueva perla de la cantera culé, el extremo Deulofeu, un jugador que lleva la trayectoria de un misil, que ha brillado este verano en el Europeo sub-19 con sólo 17 años y que sospecho que pronto será enviado con billete de ida y vuelta a algún equipo de la Premier League. A pesar de ello, nuestro rival del domingo les venció en el Miniestadi por 0-2 hace dos jornadas. Además, no lo hizo reculado atrás a la italiana, como el Nápoles ayer frente al Manchester City, sino practicando un fútbol de altura, con una presión asfixiante, trenzando al primer toque y buscando por velocidad la portería rival. Ganó de poder a poder a La Masía.



Este domingo nos toca pelar a unos pollos muy duros que paradójicamente acumulan sus cuatro puntos en las dos visitas mientras que aún no han sumado en casa, donde fueron derrotados por otro recién ascendido, el Sabadell, por un marcador propio de una vetusta narración de Matías Prats padre, 3-4. A punto de finalizar ese partido con un empate, el filial del submarino amarillo se tragó un gol absurdo, de blandura atrás, permisividad lechuguina. Puede que esa sea la grieta por la que inocular el veneno morado al segundo equipo de una casa que en algo más de una década ha pasado de la Tercera División a la elite, colocando a su filial en Segunda en sólo seis años.

El club de Fernando Roig se ha convertido en un modelo a estudiar para cualquiera que tenga aspiraciones en el fútbol. Frente a la estrategia de esperar a que el jeque podrido de billetes llame a la puerta, el Villarreal ha saltado de Tercera a la Champions con el dinero local de la industria del azulejo, artículo tan de capa caída como nuestras grúas de hierro de levantar barrios enteros. Pero algo está cambiando, como quizá se desprenda del cambio en la política de fichajes marcado por el traspaso de Cazorla, su jugador franquicia, a quien sin embargo no soltaron en 2008 en vísperas de la Eurocopa pese al interés cierto del Real Madrid en contratarlo. Se lo quedaron; y eso que el Madrid no paga en billetes del monopoly precisamente.

Es probable que este club vaya perdiendo fuelle durante los próximos años en paralelo a la depresión del alicatado, pero actualmente aún conserva ese esplendor futbolístico reciente. Con 50.000 habitantes, esta localidad de Castellón ha conseguido hacernos palidecer de envidia a todas las pequeñas ciudades españolas que también soñamos con codearnos algún día con el Arsenal o el Bayern de Munich.

Porque el dinero del azulejo siempre viene bien, pero también cabe preguntarse quién coño queda por las calles del pueblo cuando se meten 23.000 personas en El Madrigal. Por una rápida regla de tres, el Escartín debería albergar no menos de 40.000 gargantas animándolo. En fin, si no hemos sido capaces de llegar a la décima parte sobran más comparaciones entre el amarillo y el morado en el epígrafe "masa social".

Pero ojo, el Villarreal está mutando, de criatura submarina a criadero de pollos, de comprar a autoabastecerse e incluso vender. La crisis y esos esnobs que sólo alicatan media pared del baño están conduciendo a la localidad castellonense a fijarse cada vez más en la cantera como surtidor de un primer equipo con un listón muy alto, que lleva ocho temporadas sin bajarse del octavo puesto en la liga.

No me parece casualidad que los mejores años del filial amarillo hayan coincidido con la drástica reducción del negocio de la construcción. El Villarreal ha sido al fútbol lo que la vivienda a España: espejismo, cartón piedra. El equipo B tiene ahora la misión de alimentar los huecos que vayan dejando aquellas promesas internacionales compradas a buen precio, ahora glorias que se van tras un retiro dorado o huyen prematuramente en busca del nuevo petrodólar futbolero. Nuestro rival del domingo está concebido como una plantación de jugadores del primer equipo, una granja de pollos para la elite, pollos mutantes. Les están preparando, les están obligando a ser los nuevos Cazorla, Capdevila o Senna porque el azulejo de antes ahora es gresite, y gracias.

A medida que la caja registradora del Villarreal vaya haciendo eco más tendrán que tirar de la cantera. Y estos saben todo lo que hay que saber de moldes. Cuidadito con el rival del domingo. Esta temporada ese equipo será fortísimo porque sus jugadores llevan sobre sus espaldas el futuro deportivo de una ciudad que se ha acostumbrado a vivir bien, a verse los miércoles por las grandes cadenas de televisión. Si el primer equipo no deshace el bloque, el filial del submarino tiene argumentos para quedar entre los seis primeros de Segunda porque esos pollos han sido engendrados para viajar en un submarino por Europa.

No hay comentarios:

Publicar un comentario