jueves, 1 de septiembre de 2011

Ryan Harper, el concepto

Fijaos en esa cara y ese color de pelo. Raza escocesa. Sólo le falta un vendaje a lo Quincoces

Si al mediodía de ayer me ponen una manzana en la boca todavía la tengo ahí. Después de tener el verano entero, el Dépor esperaba al último día para hacer público el fichaje de su delantero centro, de su hombre gol y sustituto de Juanjo, el gran pichichi que recaló en el club después de hincharse con el Villanovense tras unas cuantas temporadas muy discretas antes, que todo hay que decirlo. Tuvo que extenderse la noticia por foros y digitales que improvisaban el currículum de la pieza cazada para que el club confirmase, a eso de la media tarde, el fichaje en su remozaba web oficial.


A medida que me voy reponiendo, caigo en la cuenta de que la tensa y novelesca espera mereció la pena. El elegido no era otro que Ryan Harper (Ryam según algunos medios: extraño nombre de pila). Acostumbrados como estamos a que los futbolistas que visten de morado se vayan dando a conocer a lo largo de la temporada, el desenlace no difiere mucho del de una película de Shyamalan, en la que te vas oliendo de antemano el giro más retorcido, el rizo imposible. Naturalmente sucedió.

Como muchos de vosotros no queréis escuchar, ayer os lo había advertido algo así como una hora antes de conocer el final. Juro por lo que queráis que yo no sabía nada de nada sobre la identidad de nuestro futuro nueve. Fue simple intuición o la deducción de llevar casi un año intentando desentrañar la misteriosa y fascinante personalidad de Carlos Terrazas, un tipo cuyo interés trasciende el mito de haber sido el piloto del ascenso. Al menos para mí.

Estaba claro que Pachón era un globo sonda, afortunadamente. El pobre hombre estaba condenado a pagar los platos rotos. Habrán de pasar varios años hasta que el club se cure del espanto del culebrón Míchel Carrilero. En 2030, cuando el Dépor contrate a un jugador de Primera con 35 años, todavía nuestros nietos recelarán del fichaje acordándose de lo que pasó con el madrileño. No tengo a Celestino Vallejo por tan persistente en el error como para repetir las circunstancias de una contratación tan fallida como dolorosa para todos: club, afición, cuerpo técnico e incluso para el propio jugador. No tan pronto. Vallejo se maneja por la vida con tubos de ensayo finos. Realmente, el caso Míchel es un lunar demasiado pomposo en su carrera, una vistosa verrugaza de madrastra más bien. Tanto que no me cuadraba un bis.

Guiado por el anterior razonamiento prefiero a Harper que a Pachón. Y es verdad que lo prefiero. Es un jugador prácticamente desconocido, con una edad en la que posiblemente no le quepan nuevas oportunidades. Por suerte para él, estaba transitando ya por el filo que separa la clase media de los estratos humildes del fútbol cuando le ha servido a un entrenador que concede más valor a la entrega que al nombre, que cree que la calidad es fruto de la misión que un futbolista tiene encomendada en el terreno de juego, que considera que la trayectoria no indica demasiado, y sí el perfil visto cuando le ha contemplado en vivo y en directo, vestido de corto. Ryan Harper no era nadie para nosotros. Y aún sigue sin serlo. Sólo un pelirrojo más o menos alto con pinta de acorazado de la primera gran guerra.

Por contra, Terrazas ve en él un diamante en bruto para su delantera, un guerrero que peleará hasta caer muerto patas arriba por dar todo en cada salto, que dejará balones apetecibles a la segunda línea. El Entrenador no ve ese gran nombre que tiene nuestro 9 para el fútbol. Ve un robot capaz de cumplir un programa insertado en su chip cerebral. Así se las gasta el vizcaíno, un yonqui del fútbol, como le definía un usuario de cierto foro de cuyo nombre no quiero acordarme.

Es evidente que Terrazas sabe mucho de este mundillo y poco de marketing. Lo reconoció en una rueda de prensa al final de la irrepetible temporada de nuestro ascenso a Segunda. Decía, no sé exactamente con qué palabras porque mi memoria ya no es lo que era, que jugadores como Juanjo no habían llegado a más en esto del fútbol porque no manejaban adecuadamente ciertos recursos de explotación de su imagen pública. Cierto.

Lo que no llegó a decir en voz alta (aunque yo sé que lo pensaba) es que a él mismo le había pasado algo similar. Porque si Terrazas supiera venderse además de hacer tan aseadamente su trabajo posiblemente visitaría cada miércoles de otoño e invierno un país europeo. Con mucho menos dominio he visto yo entrenadores que, aprovechando viejas fotos amarillentas con la camiseta de la extinta “Furia Roja” han prolongado un par de décadas su merodeo por los estadios desde los banquillos o desde los despachos. Tú pones a una vieja gloria en tu club y se tirará una década larga firmando autógrafos y poniéndose para la frikifoto con el móvil en un aeropuerto o en el palco de un estadio. Así funciona esto, pero esa es otra historia.

Con este fichaje estamos subestimando algo esencial en las reglas por las que se rige el éxito publicitario. Ryan Harper es mucho más que ese escocés desconocido. Tiene un nombre con un potencial inmenso y el que no lo vea está ciego perdido. También le acompaña otro elemento clave en la promoción de cualquier producto: su procedencia. Escocia le es simpática a la mayoría por muchos motivos. Uno de ellos es su estirpe de aguerridos luchadores infatigables encarnada por el primario William Wallace y refinada por Sean Connery. También por su elegante bandera, su whisky de calidad y su paisaje tan genuinamente británico. Escocia sugiere autenticidad, tradición. Si quieres un reloj puntual lo eliges suizo, si quieres un coche fiable lo buscas alemán, si quieres que sepa a roble y queme suavemente el gaznate, pues escocés, claro. Si os fijáis en los primeros mensajes del foro, el recuerdo de identidad y nacionalidad ha cuajado de inmediato, no se te olvida.

Harper tiene apellido de delantero legendario del Liverpool o eterno capitán de los Glasgow Rangers, de cromo deseado por cualquier chaval. Hubo un Ron Harper que jugó 15 años en la NBA (Cavaliers, Clippers, Bulls –ganó 3 anillos con Jordan-, Lakers –dos anillos más-), hubo un Brian Harper que militó 16 temporadas en site equipos de la liga yanqui de Béisbol. De ninguna manera voy a olvidarme de Lew Harper, el limpio y directo detective gemelo de Philip Marlowe que interpretó dos veces el gran Paul Newman en “Harper investigador privado” y “Con el agua al cuello”, películas de Jack Smight y Stuart Rosenberg respectivamente, adaptadas ambas de las novelas negras de Ross MacDonald.

Nuestro 9 tiene un nombre irrepetible para sacar a esta ciudad de su ostracismo y su cabreante adormecimiento. Qué coño, hasta la hija de los Beckham se llama Harper. El único defensa conocido de Oliver y Benji, el que se quedaba al otro lado de la curvatura de la tierra cuando atacaban, también era un tal Bruce Harper. Es dinamita.

Ryan Harper es una marca comercial de primera. Es el nombre de un campeón de fórmula uno o de superbikes, pero también el de un actor de carácter que se merienda al Rey Lear, un personaje de cómic, un inabarcable pilier del seis naciones de rugby o una cadena de tiendas de bricolage. Lo pronuncias y tensas los bíceps, joder. Ahora mismo le daba un hostiazo a la pared que me rompía los cinco nudillos.

Pero no tiréis aún cohetes. En la virtud lleva el defecto. Con todos mis respetos a Terrazas, creo que esta vez la cosa no se limita a un jugador de futbolín sujeto a una estaca metálica para hacer lo que él quiera. El concepto Ryan Harper es tan bueno que se le puede ir de las manos sin querer. Si es capaz de marcar media docena de goles en la primera vuelta, se hará célebre no sólo porque es sencillo de retener sino porque define un producto muy concreto: pura fuerza, potencia a raudales. Es instintivo. Puede ser la tabla de salvación que erija de nuevo las grúas flácidas de esta ciudad narcotizada. Ahora sólo queda ver qué hay dentro de ese extraordinario envoltorio.

4 comentarios:

  1. Hola Kilgore, gracias por volver a abrir el chiringuito. Por un momento pensé que te habían aplicado la nueva ley reguladora de estos impagables garitos playero-veraniegos y que habías tenido que echar el cierre. Ya veo que no, y me alegro sobremanera.
    Por cierto, ayer estuve viendo a altas horas de la noche en la maravillosa y sorprendente cadena CINEMATOGRÁFICA "LA SEXTA 3" la película El Hombre de Alcatraz (en orignal The Birdman of Alcatraz), dirigida en 1962 por John Frankenheimer. La protagoniza, en un papel inolvidable, Burt Lancaster. Mantiene un interesantísimo duelo interpretativo con Karl Malden, pero especialmente con un espectacular Telly Savalas que, junto con Lancaster, estuvieron nominados al oscar a mejor actor de reparto y principal, respectivamente. Si traigo a colación este film es por dos motivos. El primero es recomendar la peli a los que no la hayan visto. Es buenísima y a pesar de su metraje (143 minutos) merece la pena hacer una pausa larga y degustarla como se merece. Un drama carcelario que va mucho más allá de esta etiqueta. Os hará pensar en conceptos como el de la diginidad humana y la capacidad de adaptación-superación-REHABILITACIÓN del ser humano, da igual que sea dentro o fuera de las cuatro paredes de una celda. El personaje en que se basa la historia es real, y al momento de rodarse la peli llevaba más de 50 años en presidio, la práctica totalidad de ellos en situación de incomunicación.
    La segunda razón para hablar de la peli es que Robert Stroud (así se llamaba el prisionero) me recuerda mucho a Carlos Terrazas. O quizás es al revés y es Terrazas el que me recuerda a Stroud. Sea como fuere, son dos tipos hechos de la misma pasta, fieles hasta la muerte a sus principios e ideas, aunque les cueste la fama o la libertad. Don Carlos lo vuelve a demostrar con el fichaje de Ryan Harper. Estoy seguro que es otra apuesta personal, el tipo de futbolista que le gusta y que quiere para el equipo. Un diamante en bruto que pulir, al que le puede sacar los brillos y aristas que mejor reflejen su calidad y pureza. Estoy seguro que funcionará y el señor Terrazas tiene una vez más todo mi apoyo. Luego la cosa saldrá mejor o peor, pero creo que la elección es la más acertada dentro de las posibilidades del club.
    Si véis la película creo que lo entenderéis y os parecerá lo mismo que a mí, o quizás no. En todo caso insisto en la recomendación, de verdad que merece la pena.
    ¡¡¡VIVA EL CINE!!!
    ¡¡¡AÚPA DPOR SIEMPRE!!!

    ResponderEliminar
  2. Te habrás levantado "temprano", mamón. Acababa como a las 3 AM, por eso no me quedé. Los hay con suerte.

    PD: ¿Has estado alguna vez en una prisión turca?

    ResponderEliminar
  3. Me acosté a las 3:30 de la madrugada. Me he levantado a las 9:30 (sobrao, pues estoy de vacas).
    No he estado en ninguna prisión turca, pero tuve la suerte de ver también anoche el Expreso de Medianoche (1978-Alan Parker)justo antes del Hombre de Alcatraz. Qué sórdida la peli. Que grande la interpretación de John Hurt. Qué joven Randy Quaid. Qué cabrón el jefe de los guardias y el preso turco soplón. Recuérdame si alguna vez se me olvida, que no intente pasar sustancias "raras" cuando vaya a Estambul, por si acaso...

    ResponderEliminar
  4. Este artículo es para enmarcarlo. Joder, sí que escribes bien, mamonazo. Yo de mayor quiero escribir como tú. Y llamarme Ryan Harper. Of course.

    ResponderEliminar