martes, 15 de noviembre de 2011

Terrazas el anguloso y los lenguajes universales

Carlos Terrazas, hombre angular donde los haya

Primera apreciación, inicial, básica y contrastada: Terrazas es un buen entrenador. Segunda, una mutación que espero sea temporal: últimamente está enrarecido. Oí declaraciones que hizo el viernes y lo noto pelín encabronado, con una mordacidad hacia los informadores que le preguntaban impropia de un tipo tan templado como él, al menos esa es la percepción que a mí me ha dado en el año y pico que lleva en Guadalajara.

Habló de Barrio Sésamo en la entrada de Antonio Moreno en el partido contra el Recre, llegando a dudar de que fuese por detrás, se picó con la racha del equipo aludiendo a la distancia que les sacamos ahora a los de abajo, la misma o más que cuando éramos líderes, y remató diciendo que en el fútbol hay demasiadas sensaciones y poco conocimiento a la hora de opinar, como si el fútbol fuese una ciencia exacta.

En apenas unos minutos, y salvo que el conjunto de la rueda de prensa (que no he tenido la ocasión de oír) sea otra cosa, los cortes a los que he tenido acceso me transmiten una idea confusa. No sé si estoy ante un hombre decepcionado, picado o que está tan por encima de nuestro nivel que no alcanzamos a entenderlo y eso le empieza a incomodar. Peor aún, a frustrar. Creo que fue con anterioridad cuando le preguntaron si el club iba a fichar en invierno. Entonces dijo aquello de “El club soy yo”. Como el Rey Sol.

Sea como fuere, me preocupa que esté cambiando ese gesto impertérrito, esa capacidad suya de abstraerse al ambiente para hacer su trabajo como le dé la real gana. El rostro impenetrable de este hombre agudo muestra ahora nuevos ángulos tirando a obtusos. Mi duda es si estarán causados por el hecho de que las cosas no le están saliendo últimamente. Terrazas se sigue mazando pero detecto trazos negativos en su mazamiento, una etapa negra, distracción absurda en que si las patas del caballete cojean o el lienzo es muy grueso.

Como vivimos en un país en el que la opinión es libre, ha llegado el momento de recordarle que aunque el público en el fútbol no tiene esa categoría tan taurina de “el respetable”, la afición compone una amalgama de pensamientos que no se pueden alinear. A mí me da la impresión de que este hombre parece ahora empeñado en que todos los seguidores compartamos su interpretación de lo que vemos, algo no sólo imposible, sino también contraproducente. Puedo estar de acuerdo en que el que más sabe de fútbol es él. Pero esa misma premisa cabría aplicársela a todos los entrenadores que han pasado por el club en cada momento de la historia desde 1947, algunos de los cuales dejaron al equipo muy lejos de los objetivos iniciales de cada temporada.

Por otra parte, esto tampoco es cuestión de empeñarse en llevar la contraria. La frase de que cada hincha llevamos un entrenador dentro es lo que hace que el fútbol sea un espectáculo tan interesante desde el punto de vista de las emociones y pasiones que levanta, cosas que están muy por encima de la matemática, la genética y la música, los tres lenguajes universales a los que aludía el viernes Terrazas para querer cerrar la boca a los periodistas y, tal vez, a los aficionados. No seré yo quien le intente convencer de lo contrario, pero sí de manifestarle su error, puesto que esos tres lenguajes universales están aún por perfeccionar.

Precisamente gracias a músicos que optaron por vulnerar las reglas existentes en cada época, surgieron innumerables piezas que en su momento parecían no ya imposibles, sino escritas mediante combinaciones de notas que estaban consideradas herejías. No es broma. Algunos compositores medievales y del Renacimiento desafiaron a la hoguera por mezclar notas en tal orden que invocaban al diablo, que es tanto como decir por opinar diferente.

Más recientemente encontramos numerosos ejemplos de ruptura de patrones rítmicos o armónicos que han influido en la música para siempre. Tal vez a Terrazas le sobre la aportación de Robert Johnson, Chuck Berry, Elvis Presley, los Beatles, los Rolling, ACDC o The Clash a la disciplina de Beethoven, Bach, Mozart y Chopin, pero lo cierto es que todos ellos tienen elementos comunes dentro de las enormes diferencias musicales que los caracterizan: romper con lo establecido y abrir nuevos caminos a la pasión, a los sentimientos, a lo intangible, usando para ello un mismo lenguaje universal: las doce notas musicales y la infinita trufa del silencio para plasmarlo en un determinado orden sobre el pentagrama.

De los matemáticos podríamos decir algo parecido, aunque con una diferencia. Su ruptura de las normas no sirvió para emocionar al pueblo llano, sino para resolver enigmas cuyas utilidades no están al alcance de cualquiera pero que han tenido multitud de aplicaciones prácticas. En mi modesta opinión, a nuestro entrenador le sobra últimamente academicismo y le falta permeabilidad y comprensión hacia algo tan importante como el criterio heterogéneo de la afición.

No estoy diciendo que deba cambiar su catecismo futbolístico por nosotros. Estoy diciendo que debe respetar nuestras opiniones porque esto no es una secta, sino un espectáculo visto desde miles de ojos diferentes, doctos y menos doctos. Entre otras cosas porque en ocasiones la idea genial, la buena, procede del menos experto. Puede que le veneremos por habernos ascendido por vez primera en la historia. Puede que nos haya demostrado con creces su sabiduría. Vale. Pero eso no le da derecho a tratar de inculcarnos un pensamiento único sobre esta categoría, los rivales y nuestro equipo.

Hasta ahí podíamos llegar.

1 comentario:

  1. Estoy de acuerdo contigo; sin animo de criticarle y estando de acuerdo en que independientemente de como acabe merece un homenaje por lo ya hecho, Terrazas no puede pretender que muchos de nosotros pensemos que el equipo ha bajado muchos enteros ultimamente y que de seguir así la renta sobre el descenso de la que habla se irá difuminando poco a poco inexorablemente.
    Dicho esto y como tantas otras veces, espero equivocarme y tener que volver a dar la razon a Don Carlos Terrazas.

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