lunes, 6 de junio de 2011

Bloque

Javi Soria estará en la vuelta. Extirpará con dinamita el dolor si es necesario
Bloque, conjunto, equipo. La victoria por 4-1 ante el Sevilla Atlético en la irrepetible jornada del 5 de junio de 2011 es la demostración empírica de que el fútbol es ante todo un juego colectivo. Cuando vi que Soria no estaba en el equipo y que su lugar lo ocupaba Oinatz justo en el partido más importante de la temporada, sentí la tentación de sacar mi Walter PPK 7,65 de cachas nacaradas y acabar allí mismo con mi sufrimiento. Tentado estuve de hacerlo, aunque decidí esperar unos minutos mientras apuraba la cerveza de dos euros y un puro habano en cuya vitola ponía "enlace Ismael - Marimar 23-4-2005", que, dicho sea de paso, no tengo ni idea de quienes son.

Gracias a esa generosa pareja de infelices desconocidos conservo la vida. Pero lo que es más importante, gracias a Ismael y Marimar (que seguramente estarán divorciados después de seis años) pude dar testimonio con mis propios ojos de la gran segunda parte que hizo Oinatz contra un rival bastante cualificado. Me decía un sabio después que cuando un equipo echa de menos a un solo jugador mala cosa, que ni es equipo ni es nada. Qué gran verdad es.

Sin Soria la tarde se anunciaba muy tormentosa. Ha sido el jugador con más continuidad del equipo este año, el que más aploma al equipo, el hombre venda, el que siempre tiraba de los demás, el que ha merecido el aplauso del foro y el trofeo al jugador más regular (patrocinado por Frutas Búcar, no lo olvidéis). Con él sentado en la grada, Oya, Cuesta y Michel a su lado y un equipo enfrente que ha marcado más de 80 goles en la liga, cualquier aficionado con dos dedos de frente hubiese apretado el gatillo de la Walter PPK sin terminar un puro reseco repartido con todo el cariño por un padrino coloradote con su corbata de lunares anudada a la frente durante la boda de unos absolutos desconocidos.

Hay que tenerlos cuadrados para permanecer allí sentado, muerto en vida. Pero lo hice. En una fosa de mi alma morada tuve la remota confianza de que nos sobrepondríamos al palo psicológico de perder a nuestro infalible pivote y al palo futbolístico de no tenerlo ahí amargándole la vida al fino cerebro rival, Campaña.

Sobreviví y ahora puedo contar al mundo entero que ayer vi los mejores veinte minutos de mi vida al Dépor en el Escartín con Oinatz hecho un titán, luchando todas, llevándoselas todas. Con Nico leyendo con GPS los huecos del césped, con Juanjo rebañando cada balón para reiniciar en cada ataque la fina maquinaria terraceña, con todo el equipo apisonando en un repertorio de jugadas estratégicas letales que nos asombraron incluso a los más fieles.

No dejemos de reparar en que el eje del filial del Sevilla (Dani, Bernardo, Campaña, Luis Alberto) jugarán no tardando en primera división porque mostraron suficientes destellos de calidad individual para conseguirlo. Ayer ninguno de los nuestros parecía tener eso en la cabeza, sino la seguridad de que entre todos tenían que hacer algo grande, una sinfonía de fútbol, un ciclón que hundió petroleros, arrasó las cosechas y derrumbó rascacielos. El juego brilante duró lo justo, lo suficiente para que un filial sacara a relucir el agua de su verdura, las flaquezas de la inexperiencia.

Sí señor. Tenemos un EQUIPO, un GRAN EQUIPO. Tanto que tengo la impresión de que yo mismo podría jugar en Sevilla de medio centro, fumándome otro Cohíba que tengo en un vaso de escanciar sidra en el que pone "enlace Manuel - Fátima 18-5-2007". Y que lo haría bien gracias al solidario conjunto que ha creado el maestro Terrazas. Bueno, tampoco conviene exagerar. Lo haría regular.

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