lunes, 24 de octubre de 2011

El rodeo de Ernesto


No quiero ni pensar en qué tipo de sustancias consumió Anquela cuando decidió que el Alcorcón no renovaría a Ernesto Gómez en junio de 2010, cuando el equipo amarillo ascendió a Segunda dejando en la cuneta por minutos al Ontinyent, que nos había despachado a nosotros en la primera eliminatoria de aquel play off. En las nueve jornadas transcurridas no sólo ha metido cuatro goles, sino que se ha hartado de dar asistencias que han acabado en la red, interviniendo directamente en la mayoría de los goles del Dépor y demostrando que incluso subiendo un escalón en la competición va, a ratos, sobrado.


No me parece casual que lleve dos ascensos de Segunda B a Segunda en las dos últimas campañas, ni cuatro intentos consecutivos si sumamos los dos fallidos que jugó anteriormente con la Ponferradina. Tampoco que su aportación anotadora haya ido aumentando de 1 con el Alcorcón a 7 con el Dépor (3 de ellos en la fase de ascenso, incluido el gol del penalti definitivo) y 4 en la división de plata en menos de diez partidos. Con 26 años sigue creciendo tanto y tan rápido que pronto nuestro techo le oprimirá la coronilla.

El último chicharrazo de falta directa no sólo vale 2 puntos directos contra el Sabadell, sino que lo marcaba cinco días después de poner en la cabeza de Soria otros 2 puntos contra el Barça B. En un deporte en el que abundan los goles mediante jugadas ensayadas, un futbolista con tres manos está predestinado a cambiar pronto de aires. Desde aquel lejano golazo al Xerez en Chapín empecé a intuir que podría consagrarse este año, que le estaba cogiendo muy pronto el aire a una categoría que era prácticamente nueva para él, con apenas 600 minutos disputados entre el Castilla (20 años) y el Málaga (21) en dos temporadas frustrantes que le han obligado a seguir una ruta más larga que otros en su inexorable viaje hacia el Edén.

En ese rodeo centro-sur-norte-centro, Ernesto está sacándose de su zurda de oro una segunda juventud, la ocasión de firmar un contrato de los que ponen los ojos como bolas de ping pong. No hay una edad fija para romper, para dar el máximo rendimiento. En el fútbol se puede llegar al nivel óptimo a los 20 o a los 30. Entre ambas edades, cabe cualquier progresión a pesar de la enfermiza idealización de la juventud que se está instalando actualmente en todos los deportes y que está dando lugar a aberraciones que en un día como hoy es mejor no mencionar (motociclismo, Fórmula 1...).

Para nuestra desgracia, no hay tantos jugadores no ya en Segunda, sino en Primera, que la pongan como él. El hecho de ser zurdo (estadísticamente hay menos, alrededor de un 13 %) lo convierte además en una pieza demasiado codiciada como para pensar que cumplirá los 27 aquí en abril. El suyo es un brillo muy cegador para ocultarlo de la rehala de ojeadores que pueblan los estadios, para quienes el movimiento imprime dinero. Se marche o no, Ernesto ya es mítico por todo lo que ha dejado en Guadalajara. Asumámoslo y disfrutemos de él mientras podamos porque van a ser un par de telediarios. Su GPS es más lento pero parece igual de fiable. Simplemente está dando un rodeo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario