jueves, 27 de octubre de 2011

Pajaritos, pájaras y pajarones como aviones

Bandada de fornidos pájarones numantinos en plena exhibición aérea

Ahuyentado por A.-El frío y posible lluvia, B.-Un incipiente constipado, C.-El precio de la entrada, no fui ayer a Soria para ver el partido de la primera jornada de liga suspendido por la huelga. Me ahorre A.-Tres horas de viaje, B.-Unos 50 pavos, C.-El bochorno de ver al Dépor otra vez descompuesto en menos que canta, no un gallo como sucedió el 1 de octubre en Coruña, sino un pájaro, porque ayer no estaba Valerón en el césped, sino especímenes con menos cresta y espolones. Aves sobrevolando nuestras cabezas. De “kikirikí” pasamos a “pío”.


Día de Coruña, defensas centrales durante la catástrofe Jorge y David. Laterales, Antonio Moreno y Barral. Medio centro para Soria y Jonan. Ayer, defensas centrales mientras llovía fuego del cielo Gaffoor y Soria. Laterales, Antonio Moreno y Víctor Fernández, medio centro para Jony y Jonan. Difícil extraer conclusiones sobre combinaciones fuertes y débiles. Tiempo de duración de la debacle en Coruña: 8 minutos. Ayer, 10. Yo sospecho que algo tuvo que ver esta vez la ausencia de Barral, que se cayó del once a última hora por una gastroenteritis y que es nuestro hombre atrás más en forma. Aunque esto no es trabajo de uno. Ni de dos ni de tres. Es cosa de 11.

La segunda gran pájara del Dépor vino toda por el aire, algo que encaja a la perfección con el estadio en el que sucedió, pero no con nuestras supuestas capacidades. En diez minutos escasos, los pajarones numantinos, aviones de combate pilotados con destreza, nos dieron el pasaporte a la Alcarria con el sello de la aduana tatuado en el culo. Me dicen que la actitud nuestra fue bastante mejorable a raíz del primer gol. Especialmente teniendo en cuenta que al igual que el día de Riazor, la afición morada había viajado masivamente a campo rival desafiando valientemente A.-El frío y posible lluvia, B.-Un incipiente constipado, C.-El precio de la entrada.

En lugar de ver el equipo correoso y competitivo al que estamos acostumbrados, esa afición se chupó la misma penuria defensiva concentrada en el tiempo, la misma sacudida feroz de 8,8 en la escala Richter que nos asoló contra el Deportivo. Como esos pilotos de las películas que firman en las cabezas explosivas de la munición, ayer cualquier jugador cuyo nombre empezase por “N” de Numancia marcaba por alto: Natalio, Nano y Nieto, además de un infiltrado llamado Juanjo, cruel destino. Faltaron Nagore y el portero, que se apellida Navarro.

Pues ya van dos en menos de un mes y, la verdad, sabía que este año nos caería alguna que otra goleada, pero no esperaba que el intervalo entre las dos que llevamos fuese a ser tan corto. Preocupa esta indolencia de cuando en cuando, ese diluirnos con la facilidad de un terrón de azúcar en el cafelito con leche. Y más aún que sucediera la primera vez en seis jornadas y la segunda vez en cuatro. Como dicen en las pelis de asesinos en serie, el patrón ha cambiado. Para colmo, visitamos ahora un campo que no es precisamente propicio para la recuperación anímica. La otra vez, al tsunami le acompañó una réplica de menor intensidad (Hércules). Veremos el sábado en Alcorcón como están los cuerpos y las mentes.

Ayer nos faltó cabeza durante un lapso breve pero suficiente para que muchos equipos te rompan y te rasguen. Ya van dos. Porque esto es Segunda, donde te bombardean, te cagan desde el aire, como una bandada de pájaros que saben como meter mano a las pájaras de los demás. Está claro que el Dépor tiene que competir con sus armas: orden y disciplina, máxima concentración, el totalitarismo táctico de los boinas verdes. Sin eso, somos gusanos para alimentar golondrinas. Peor aún, una aldea de Vietnam a merced de una escuadrilla de cazas.

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