domingo, 19 de diciembre de 2010

Comandante Ché Terrazas

Revolucionaria la alineación de Terrazas hoy contra el Pontevedra. Irreconocible el equipo con Nico, Badía, Ernesto, Iván Moreno y Oinatz componiendo una línea media más poblada que países como Liechtenstein y más atascada que las tripas de José Coronado antes de descubrir sus milagrosos yogures (yegures, que dicen las viejas en mi pueblo). Por momentos, uno creía estar viendo el partido del recreo en el colegio, cuando te dolía un tobillo, no podías jugar y te sentabas en el bloque de cemento de la canasta a ver a los demás.


Sin embargo, el experimento ha surtido su efecto. En lugar de empezar en tromba como lo hicimos contra el Celta B, el equipo ha dosificado mejor el partido, metiendo en la segunda parte a Oya y a Aníbal por Nico y Badía (dos cambios de primer capítulo del manual) para apretar al rival en los minutos finales con un juego más fluido y natural. Ha podido no salir pero ha salido, al tiempo que algunos jugadores estaban recibiendo un telegrama: "te voy a dejar fuera otra vez. STOP. Tú veras. STOP. O haces lo que te pido o se te va a pelar el culo de estar sentado en la grada. STOP".

3 puntos horrorosos. 3 puntos que valen una Navidad ¿tranquila?, un Felices Pascuas y Feliz Año Nuevo. Nos quería hacer el regalo y nos lo ha hecho, aunque el papel que lo envolvía era de estraza. Más feo que un hijo de Santiago Segura con Belén Esteban.

Juraría que al revolucionario comandante Ché Terrazas se le ha inflamado la breva con algunos jugadores de la plantilla. No hace falta ser un lumbreras o tener micros en el Escartín, sólo tener ojos en la cara para ver la convocatoria, la alineación y los cambios. Ojos para mirar la grada y ver allí sentados a dos de nuestros más desequilibrantes cracks, Míchel y Cuesta. No sé el porqué ni me importa. Voy con el comandante Ché Terrazas porque no me gustan los motines a bordo, porque suelen acabar mal. Bien lo sabe Marlon Brando. Muy bonito el motín y muy majas las nativas con sus sostenes de flores, pero al final, la Bounty se convierte en un barco fantasma, tripulada por un puñado de futuros ahorcados, sin patria y sin bandera. Siempre huyendo.

Por muy bueno que sea un jugador está sujeto a una disciplina, atrapado en la tela de araña del esquema táctico del entrenador de turno. Debe hacer lo que le piden, entrenar duro, joderse y aguantarse y remar hasta que se le caigan los brazos. El Dépor existía antes de Míchel y Cuesta, y antes de Terrazas también. Todos son prescindibles. Vienen y van. Ninguno de estos había nacido en 1947. Ninguno.

Sin embargo, tengo claro que el comandante es Terrazas. Él también. Por eso hoy ha hecho la revolución. Supongo que para dar un aviso serio, nada más. Aunque estas cosas mosquean y las piezas empiezan a agitarse. Es posible que la orquesta ya haya empezado a tocar los valses de Strauss para que empiece el baile de Año Nuevo en Viena. ¿Habrá baile? Naturalmente dependerá de la procedencia de las ofertas y la altura del montoncito de billetes. Sea como sea, los jugadores deben tener una cosa clara: la revolución está en marcha y hay un comandante al mando.

Claro que a los comandantes se les va la pinza a veces, pero su función es dirigir a la tropa. Es lo que se les pide y lo que se les exige y Terrazas hoy llevaba el traje verde militar y ha tomado Sierra Maestra. Con mucho sudor y muchas penurias, pero ha puesto la bandera en la cima. Tomen nota, soldaditos, porque el Ché quiere llegar hasta las mismas puertas de La Habana y conquistarla, con o sin su ayuda.

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