lunes, 6 de diciembre de 2010

Xantofobia

Xantofobia: "miedo del color amarillo o de la palabra amarillo".

El término xantofobia es real y no es miedo al Citroën Xantia, aunque hoy coincidiera que en la camiseta de los chavales del Celta ponía más o menos eso. Terrazas padece ese pánico. Por eso nos ha dejado en inferioridad cuando ha quitado a Soria, el hombre que mantenía a raya al peligroso centro del campo del Celta B.


El ciego que vende cupones en la esquina de Hacienda veía que Oya era el hombre a cambiar por Cuesta. También veía que Ernesto había progresado una o ninguna vez por su banda en la primera parte. Pero Iván Moreno tenía una tarjeta de color... ya sabéis. Del color del trigo maduro, de la yema de huevo. Por eso le ha sustituido por Nico. Por eso hemos dejado de entrar por esa banda el resto del partido.

Faemino y su xantofobia han convertido una superioridad numérica en una inferioridad. Lo nunca visto. Y hemos perdido un partido que estaba medio ganado, que hubiésemos ganado una hora antes si Juanjo y Aníbal mirasen al portero rival como el tipo que les orina en el jardín, el que les raya el coche con las llaves, el que pone la música a tope a las cuatro de la mañana. Pero le ven como al compañero de pupitre que no ven desde la escuela y así no puede ser. Cuando miran a puerta con el balón en los pies ven a una monja pidiendo para el domund y les da pena. Les da miedo romper la red y que se la hagan pagar. Igual también era porque el portero del Celta iba de amarillo y lo de Terrazas es contagioso.

Hoy he visto al mejor Antonio Moreno del planeta contra un interior que no tardaremos en ver en primera división. He visto un Saizar que ha dado casi un pase de gol en la primera parte y que le ha sacado al gigantón 9 el 0-1 en el peor momento posible, el descuento de la primera parte. He visto una defensa ordenada y eficaz, dos pivotes atentos y destructivos, un Iván Moreno activo y participativo, un Juanjo y un Aníbal entendiéndose a pesar de su pena por el rival, un Ernesto missing in action durante 60 minutos. Suficiente para ganar al Celta B, al Leganés, al Lugo y al West Bromwich Albion si no fuera por la xantofobia, esa cruel enfermedad que ha hecho enloquecer a Faemino frente a un rival con diez, al que ha hecho crecer con sus cambios cuando ya estaban echando cuentas de si les pasaba el Leganés y contra quién jugaban la próxima semana.

Los entrenadores, como los árbitros, son alienígenas con rayos gamma en la mirada. Igual te ven en Juanjo a un killer antes de ficharlo que no ven un fuera de juego clamoroso que ve todo un país o un continente. Ellos viven en su mundo. Son como un escáner de aeropuerto, lo que hace que acierten alguna vez en los cambios y se equivoquen otras cinco o seis con tal de no dar gusto al público, esa gente que sin saber de fútbol, más de lo que le enseña ver 100 partidos al año desde que nació, opina. Los 4.000 ojos de la grada ven algunas cosas muy claras, sin xantofobias, pero el que cobra es el que decide. Y decide que quita a los que tienen tarjeta de ese color del queso fundido y de las vespas de correos mientras busca un trozo de madera para tocarlo con los dedos cruzados.

Si hoy Terrazas fuese del centro mismo de Bilbao hubiese dicho al acabar el partido algo parecido a "la hemos jodido entre los delanteros de la ONG Club Deportivo Guadalajara y yo. Ellos porque han creído que estaban jugando un partido a beneficio del asilo y yo porque tengo una xantofobia de elefante, de ingresar ahora mismo por urgencias. Estoy enfermo y me lo voy a hacer mirar porque siendo buen entrenador no me puedo cagar en los pantalones de esa manera deshaciendo el jersey que había tejido yo mismo. Además, tiene un riesgo muy grande mi enfermedad porque llegará un momento en el que los jugadores perdonen una falta para que no les saquen la tarjeta del color de los limones y del submarino de los Beatles y yo les cambie".

Sin embargo, será de los alrededores de Bilbao. Y dirá sólo que hemos perdonado goles cantados y que en el fútbol no se puede perdonar. Dirá que el rival es líder porque te llega una vez y marca. Dirá que hemos hecho un partido muy serio. Tendrá razón en todo eso pero no se curará ese mal que le está matando, que no le deja ver los Simpson o el Tour de Francia, que le impide tener canario, que le impide reciclar el plástico. Tiene que ir a terapia y decir: "Hola. Me llamo Carlos Terrazas y soy xantofóbico".

1 comentario:

  1. Pues yo he estado dándole vueltas casi toda la noche (eran las 5 de la mañana y seguía viendo en mi mente a Javi Soria abandonando el terreno de juego sin como ni porqué)y he llegado a la conclusión de que no es xantofobia. Es puritito canguelo. Si, del que tira a marrón claro, huele que apesta y no te deja tomar decisiones adecuadas, pues las tomas con la brújula demasidao cerca del imán del pánico. Eso es lo que me parece que le pasa a Terrazas. Curarse es muy fácil: le echas huevos y punto. Si sale mal no le podremos decir que se cagó, sino que no acertó. Si yo estuviera metido en sus zapatos preferiría que me tildaran de cualquier cosa menos de cagón. En resumen, que prefiero el color amarillo al marrón. Ya véis, manías que tiene uno...

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