jueves, 2 de diciembre de 2010

Un capricho que me regalo a mí mismo

El siguiente artículo no tiene nada que ver con el Dépor ni puta falta que hace. Me lo escribo yo para mí, me lo regalo en una semana complicada de ajetreo, saturación, hibernación, pereza y abulia. Kilgore es así y no piensa cambiar. Lo escribo aceptando la sugerencia de uno de mis mejores amigos, que cree que debo abrir el blog a otros temas sobre los que me apetezca escribir. Le he dicho que no porque para eso tengo el gentil espacio que me asignan cada semana en “Esedosuno”, pero después he pensado que tenía razón y que ya hay otros que escriben ahí sobre cine. Me sé de dos o tres a quienes les va a gustar. Y eso es lo que cuenta.


El reciente suicidio de Mario Monicelli me ha dejado un poco pensativo. En menos de un mes, Luis García Berlanga, Leslie Nielsen y este genio italiano han sumado tres bajas entre las filas de los pocos a quienes gusta eso de buscarle la gracia a esta perra vida en la que abunda la mala leche, la envidia y la impostura de la gravedad, como si todo tuviese que mirarse con la cara de palo.

Fui injusto con Berlanga no dedicándole un artículo en “Esedosuno” al padre de piezas como “Plácido”, “El verdugo”, “Los jueves milagro”, “Bienvenido Mr. Marshall”, París-Tombuctú”, “La vaquilla” o “La escopeta nacional”. Ahora que Monicelli ha cogido también ese tren en el que reparten bofetadas a los viajeros asomados a las ventanillas (“Amici miei”, 1975), aprovecho para rendirles un merecido homenaje como un seguidor incondicional que he sido de la filmografía de los dos.

Para un amante de la buena comedia, perder a Berlanga y a Monicelli en el plazo de 16 días es un golpe duro de encajar. Crecí con sus películas, riéndome junto a mi padre frente a la pantalla azulada de la Werner monocanal, cuando la emisión de una película era todo un acontecimiento nacional. Los chavales reproducíamos escenas enteras al día siguiente en el patio del colegio y decíamos las frases de carrerilla.

También recuerdo haberme desternillado de chaval con las absurdas bromas del trío Zucker-Abrahams, que sacaron del bache a la comedia con “Aterriza como puedas” (1980), notable parodia de las películas de catástrofes aéreas. Leslie Nielsen encarnaba en ella a un enigmático doctor que pronuncia fugaces pero intensas frases, un personaje que convirtió posteriormente en oro con las menos agraciadas secuelas de la original y de las interminables series de “Agárralo como puedas” y “Scary movie”, películas que funcionan únicamente a retazos.

Monicelli y Berlanga estaban, lógicamente, en otra dimensión distinta a la del simpático actor canadiense, un mero bromista de vocación cómica tardía. Berlanga y Monicelli eran sendos maestros de la comedia coral latina. Con ellos, la pantalla se llenaba de actores que solapan sus diálogos sin dar casi respiro al espectador que sabe disfrutar la comedia con educación y respeto.

Porque la comedia es el Cine, un entretenimiento grandioso que muy pocos genios han sabido templar con gusto. Junto al gran Billy Wilder, Ernst Lubitsch, Blake Edwards, Woody Allen o los hermanos Coen (además de los mudos Charles Chaplin, Buster Keaton y Jacques Tati; y los hermanos Marx ayudados por Sam Wood y Leo McCarey, entre otros), este excelente género ha sido tan a menudo víctima de malos tratos que no es tan complejo componer un olimpo en la difícil empresa de provocar la risa, o al menos la sonrisa. Berlanga y Monicelli están en él.

Sus películas hay que verlas varias veces para captar cada detalle, para entender cada pieza de su mecanismo de relojería. Ambos eran maestros del caos escénico, creando recargadas secuencias actorales milimétricamente compuestas que, sin embargo, conducen a sencillas moralejas. Son explosiones de ácido que acaba goteando por el tubo fino de un mismo alambique, como orquestas que van añadiendo instrumentos para concluir la pieza con un pacífico solo que te deja procesar lo que has visto.

Los canallas que deciden la programación en los 5.000 canales de televisión que integran nuestras deplorables parrillas digitales suelen ignorar el cine con más de diez años de antigüedad para someternos a la tortura de películas insípidas que repiten una y otra vez, queriendo (y consiguiendo) marcar nuestro indolente sentido del humor y nuestra falta de educación cinematográfica. Mientras tanto, obras sublimes como “Rufufú” duermen el sueño de los justos en una filmoteca que nadie usa, que ya pocos queremos ver porque se nos ha cocinado con sal gorda, vuelta y vuelta en esa parrilla inmunda.

Estoy harto de las fáciles comedias recientes de títulos gemelos y actores confundibles, de burdas copias que apenas rescatan alguna pizca del ingenio de los padres del género, que se escoran hacia el “caca, culo, pedo, pis” en su ignominioso naufragio creativo. El público es como lo hacen, reclama lo que le dan, se comporta como lo educan. Fulminemos de una puta vez la falsedad de que se producen las películas que el espectador demanda.

Es mentira podrida. Tienen todos tanto miedo a ser distintos y a perder un dólar que se ha vuelto casi imposible encontrar algo de riesgo, una perla en una ostra. La maldita investigación de mercado nos escanea para saber de qué lloramos y de qué nos reímos. Después escriben el guión como si no fuesen ellos los que tienen que aventurarse en la selva de sorprendernos, en la obligación de retratarnos como creen que somos.

Jamás hubiese podido filmar Berlanga “Bienvenido Mister Marshall” si no hubiese desafiado a la censura, si no se hubiera arriesgado. Pero lo hizo, y también se rió de las dos Españas en “La vaquilla” seguramente retando a algún ejecutivo de la productora empecinado en que aún era pronto, en que era una locura. Pues claro, chaval. Claro que es una locura. Por eso es una comedia, por eso va a gustar, por eso va a pasar a la historia.

Para este humilde buscador de pepitas de oro en los torrentes de sangre, tristeza, penuria, desolación, cabreo y desesperación, la comedia es un refugio calentito a la que me acercó mi ingenioso y extravagante padre, a su vez hijo de mi feliz y cantarín abuelo, cuyos genes llevo gustoso. Va por ellos este homenaje a los maestros del cine de humor porque fueron todos ellos quienes me educaron en el arte de tomarme la vida en broma hasta que no cabe otro puto remedio que tomársela en serio.

8 comentarios:

  1. No sé si seré de esos dos o tres, Coronel, pero me ha gustado... Sublime...

    Capitán Willard.

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  2. Pues claro que eras de esos dos o tres. A ver si estamos más atentos por las mañanas en clase de estrategia militar.
    Un abrazo, capitán.

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  3. Lo prometo, Coronel...

    Capitán Willard.

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  4. Es que a veces predica uno en el desierto. En enero os meto los primeros parciales.

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  5. No se preocupe, Coronel, usted no predica en el desierto... PD: Empezaré a estudiar, entonces...

    Capitán Willard.

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  6. Bendita decisión que no todo sea fútbol... gracias por ilustrarnos también en cine, Kilgore.

    Soldado Raso.

    PD: qué pasa si en enero casco? porque cateo seguro, me temo.

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  7. El hijo del Calzaeño5 de diciembre de 2010, 15:23

    Me pregunto si se puede decir más en tan poco espacio. Opino que seguramente se puede decir mucho más, pero con mucho menos sentido. Por eso es mejor estar calladito y leer y releer lo que EL SEÑOR KILGORE ha escrito. Y es que la comedia es la vida, o la vida es una gran comedia que casi lo mismo da. Yo me quedo con el final de la reflexión. Y es que el final es siempre lo más complicado, tanto en cine como en la vida. Por eso Kilgore ha decidido dejar lo mejor para el final. De bien nacidos es ser agradecidos. Un hombre que se viste por los pies no debe olvidar nunca de donde viene. Kilgore, siempre he estado orgulloso de ser tu amigo, pero hoy lo estoy todavía un poco más. Sigue escribiendo el guión de la película de tu vida como hasta ahora, sin más imposiciones que las que a tí te apetece tolerar. Sin más restricciones que las de tu instinto de cómico. Y como sabes que soy un tipo visceral y un romántico sin solución me despido como te mereces ¡¡¡VIVAN TU PADRE Y TU ABUELO!!! ¡¡¡VIVA EL CINE!!!

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  8. Gracias hijo del Calzaeño. Tú bien que lo sabes. Pues no nos habremos escojonao juntos de todo lo que hemos podido... El que no lleve la comedia en los huesos, que se joda y rabie. La vida hay que degustarla y partirse el culo con/de/por ella hasta cuando te crucifican: "always look on the bright side of life".

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